Cap. 34: La pequeña niña de vestido amarillo.

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Usando un vestido amarillo y un sombrero blanco, Felicia caminó detrás de Jano, dejó su lugar favorito en el mundo y salió hacia las calles grises y solitarias, luego de un rato caminando, más personas y diversos colores comenzaron a llenar las calles, Felicia se preguntó si ella había pasado por ahí antes de encontrarse con Jano por primera vez, no lo recordaba porque ese día ella solo se enfocó en huir de los Aboulker, pero ahora podía ir a paso lento y admirar los paisajes, habiendo vivido sin jamás salir de los terrenos de los Aboulker, con el tiempo contado para que realizara distintos trabajos sin casi descanso, había muchas cosas que ella jamás había visto, así que de verdad disfruto aquel paseo.

—Sabes, en realidad yo odiaba los atardeceres —confesó Felicia mientras ella y Jano subían las escaleras del hotel abandonado para ir a la azotea—, los atardeceres me indicaban que tenía que regresar a mi habitación, una habitación diminuta, solo un poco más grande que tu baño, y oscura, igual, solo usamos nuestras habitaciones para dormir. Lo odiaba porque en mi camino veía a los demás miembros de la tercera rama regresar a sus habitaciones también, cansados y heridos, algunos de ellos ya eran viejos, y me pensaba: «Ese es mi futuro, cuando sea anciana seguiré trabajando para la segunda rama, justo como ellos».

Jano abrió la puerta de la azotea e hizo una mueca al ver frente a él a un hermoso atardecer—. ¿Aún los odias? Los atardeceres.

—No —respondió con una sonrisa—, ahora es diferente. Los adoro, me parecen preciosos, porque... fue durante un atardecer que te conocí.

Jano palmeó la cabeza de Felicia—. Me siento igual. Bueno, ahora que estamos aquí arriba, ¿qué te parece el paisaje?

Ella caminó hacia la orilla y se asomó hacia abajo—. ¿Te soy sincera? Es un asco —dijo riendo—, todo lo que rodea este hotel está en ruinas, el paisaje no es para nada bonito.

Asintió con la cabeza—. Te lo dije. Como sea, regresemos adentro, ¿qué quieres de comer hoy? —Se giró y comenzó a bajar las escaleras.

—Consigue lo que tú quieras.

—Yo puedo comer lo que sea, es más divertido si me dices qué es lo que —, se giró hacia atrás cuando notó que ella no lo seguía, subió un par de escalones para poder verla, entonces la vio parada todavía en la orilla del techo—... aléjate de ahí, es peligroso.

—Lo sé.

—Vamos, vas a caerte.

—Quiero caer.

Jano arrugó las cejas con preocupación—... ¿Por qué? ¿No eres lo suficientemente feliz conmigo?

Ella negó con la cabeza, se giró para verlo a los ojos, sin despegarse un poco de la orilla, y le dio una enorme sonrisa—. Nunca había sido tan feliz, es más, fue hasta que te conocí, que conocí la felicidad. Llevo días pensando, y pensando, y pensando, estoy muy preocupada de que me arrebaten esta felicidad, por eso he decidido congelarla. ¿No suena hermoso? Morir en el momento más feliz de mi vida, cerrar los ojos sintiendo toda está emoción —dijo mientras los cerraba—, y hacer de ti, lo último que vi antes de partir de este mundo.

—No suena nada hermoso —aseguró con la voz entrecortada.

Ella rio ligeramente—... Gracias por todo.

El viento de pronto se hizo más fuerte y los oídos de Jano quedaron inundados con su sonido, él cerró los ojos de la misma forma que ella, para preservar la imagen de la pequeña niña de vestido amarillo que volaba con el viento, así como sus largos cabellos negros. Cuando volvió a abrirlos, la pequeña había desaparecido del techo, entonces él bajó al piso de abajo y tomó una pala que se encontraba por ahí, para luego bajar lentamente escalón a escalón las escaleras hasta llegar al piso más bajo. Al finalizar los escalones, Jano salió del hotel con el cielo ya oscurecido, había la suficiente luz como para ver dónde estaba el cuerpo de Felicia, pero no lo suficiente como para que se distinguiera y deformara la última imagen de la pequeña que impregnó sus ojos.

La eternidad en un mar de estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora