Sin embargo, tener la protección de César no era del todo satisfactorio para mí, ¿sabes? Es decir, fingiendo ser un sin poder, ¿qué ganancia les podía traer mi presencia? De hecho, yo sólo podía ser un estorbo y un blanco de preocupación para mi hermano... no, un blanco de preocupación para todos.
—¿Para qué demonios crees que estoy yo aquí? —me dijo Alan.
Aún recuerdas de qué va su poder, ¿no? Pues él me confesó que, aunque siempre planeó usar su poder para ayudar a su papá, comenzó a esforzarse en serio luego de conocerme. Comenzó a mostrarme prototipos de ropa de apariencia común pero que en realidad era súper resistente. El propósito de esa ropa era servir como una especie de armadura durante la batalla sin ser pesada, ya que, si pesaba mucho, por el contrario de ayudar iba a estorbar, pero llevarlo a cabo fue una tarea muy difícil de realizar.
Tenía otras cosas en mente, pensó que lo que más se necesitaría en el campo de batalla, sería el poder de sanación de su papá, por ello trató de crear algo así como un brazalete que al ponerse se obtuviera ese poder, sin embargo, fue algo que también resultaba bastante complicado, porque el poder de su papá era un poder dual, es decir, un poder con dos funciones que podían parecer dos poderes diferentes.
Alan, solo había considerado replicar el poder de sanación, pero ese poder también permitía absorber el dolor y transmitirlo con una fuerza diez veces mayor. Y para poderlo perfeccionar, me tuve que dejar usar como conejillo de indias. ¿Qué cómo...? Pues, usando las ropas-armaduras, combatí con Alan y su brazalete. Conforme el brazalete y las ropas-armaduras sufrían ajustes y mejoras, las peleas entre nosotros dos comenzaban a subir de nivel, estoy seguro de que, si alguien ajeno a todo eso nos hubiera visto, se habría preguntado cómo es que él y yo no terminamos muertos en algunas de nuestras peleas.
(Universo 2, E10, 65 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
Cuando el verano de mis 17 años estaba por terminar y con él el final de los desfiles de luciérnagas en las noches, solía pasar el rato con Camila y César, mirando con melancolía las hermosas lucecitas que me recordaban tu ausencia. Recuerdo que llegó una noche en la que César nos contó lo que él creyó, el más grande descubrimiento de su vida.
—Después de decenas de experiencias amorosas, he llegado a entender una cosa muy importante. Un hombre de verdad, es aquel que logra encontrar un balance perfecto entre no ser tan cabrón para provocar el sufrimiento de una mujer, pero tampoco tan imbécil para sufrir por una.
—Lo dice el que todavía llora por las noches mientras repite el nombre de Yannel una y otra vez —comenté entre risas.
—Cállate, Massiel, eso era un secreto...
Ambos miramos con sorpresa a Camila.
—Hey, Massiel, ¿no te parece extraño que ella no haya aprovechado esta oportunidad para burlarse de mí?
Entorné los ojos—. Demasiado... ¿estás bien, Camila?
Ella asintió—. Sí... bueno no... bueno, no sé... o sea, tengo ese sentimiento de que no estoy bien, pero no estoy mal, o sea, no estoy triste, pero tampoco feliz, y nada más estoy valiendo madres sin saber qué mierda.
—¿Qué? ¿Te llegó la regla o qué? —le preguntó César.
Camila le dio un codazo en las costillas, sacándole el aire.
—¿No será que te afectó haber confundido el cilantro con el perejil y que Yanis se haya reído de ti sin parar durante más de 2 horas? —inquirí mientras César sufría por recuperar el aire—. Es la primera vez que lo veo reírse así en mucho tiempo.
ESTÁS LEYENDO
La eternidad en un mar de estrellas.
General FictionLa historia era antes conocida como: Un Camino Construido Sobre Ruinas En El Tiempo. En un mundo en el que tras el encuentro de una mujer con un Dios comenzaron a nacer personas con habilidades sobrehumanas, Massiel Eisenhide muere en la compañía de...