Cap. 41: El encuentro original.

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Ustedes corrieron con tu mamá al frente, tratando de no hacer mucho ruido, ella veía que todo estuviera despejado para que tú y la anciana avanzaran, por suerte no tuvieron muchos problemas en avanzar hacia la salida ya que la mayoría puso su atención en la habitación de la que habían salido, si ustedes hubieran tardado unos segundo más en irse, es muy seguro que las hubieran agarrado. Lo último que les quedaba para poder irse, era aquella gran puerta de metal que conducía al largo y oscuro pasillo que llevaba al elevador del hotel, pero había 4 guardias plantados ahí con firmeza.

Tú mamá miró las habitaciones cercanas y trató de abrir una por una hasta que logró abrir una que por suerte estaba vacía, la anciana y tú se metieron a ella a petición de tu mamá, y luego ésta tomó aire para gritar imitando la voz de Vanesa, porque, sorpresa, tu mamá tenía el poder de imitar con exactitud cualquier voz o sonido.

—¡Todos los guardias diríjanse a la habitación 13!

Tu mamá cerró la puerta y esperó a que se escucharan las pisadas de los guardias pasando por ahí para volver a abrirla, después se asomó hacia la entrada y se aseguró de que no hubiera nadie más cerca, entonces le dijo a la anciana y a ti que salieran. Se pararon frente a la puerta de metal y trataron de abrirla por la fuerza, pero esta no se movió ni un milímetro, necesitaban que ingresaran una contraseña para que lo hiciera.

—La contraseña... ¿cuál será la contraseña? —masculló tu mamá.

Volteaste a verla y notaste que su rostro se hallaba pálido, segundos atrás la veías como una heroína, la mujer más valiente y fuerte del mundo que había logrado llevarlas hasta ese punto, pero te diste cuenta de que no era el caso, que la razón por la que se encontraban frente a esa puerta de metal era en su mayoría por pura suerte.

—... Yo vi... yo vi la contraseña —dijiste en voz baja.

—¿La viste? ¿La recuerdas bien?

—... Eran cinco números... 9... 2... 2... y... uhm... ah... ah~... recuerda, Lucy... recuerda —, le diste un vistazo a tu mamá otra vez, tenía la misma cara que puso cuando compró un boleto de lotería por primera vez y esperaba que el número de su boleto fuera el mismo que decían en televisión—... ¡36!

Tu mamá se giró hacia el teclado al lado de la puerta y pichó los números 9, 2, 2, 3, 6 y entonces la puerta se abrió... pero también una alarma comenzó a sonar.

—... La alarma... lo olvidé —balbuceó tu mamá—. ¡Corran! —Cerró la puerta luego de que salieran disparadas hacia el pasillo, tomó a la anciana y a ti de las manos y corrió con todas sus fuerzas.

Viste la luz del exterior que se filtraba por la reja que tenían encima y sentiste cerca la libertad... pero de pronto tu mamá se detuvo, ella había dejado de sentir la resistencia que ponía la anciana en su mano por no correr demasiado rápido, pero seguía sintiendo su mano, extrañada por aquello, se giró para mirar a la anciana... pero ella se hallaba tirada unos metros atrás... sin el brazo que tenía agarrado tu mamá, el cual soltó de inmediato al ver a la anciana. Y a un lado del cuerpo recién convertido en cadáver, se hallaban Robin y Esteban, este último con la mano derecha cubierta de sangre.

—Gran trabajo —dijo el anciano mientras aplaudía—. No es la primera vez que unas ratas tratan de huir, pero es la primera vez que llegan tan lejos, si no hubiera sido por la alarma de puerta, es posible que se hayan salido con la suya.

—Ustedes no llegaron hace mucho, ¿cierto? —preguntó Esteban—... ¿Sus nombres no serán Verónica y Lucía?

—¿¡Cómo sabes nuestros nombres!? —inquirió tu mamá y te puso detrás de ella para escudarte con su cuerpo.

La eternidad en un mar de estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora