Cap. 65: Dave L. Zegers.

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(Universo 2, E10, 75 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

En un día de primavera de mis 26 años, mientras contaba los 36 días restantes para mi cumpleaños, me preguntaba si llegaría a ver mi pastel con 27 velas en él, después de todo, Eitan nos había dicho que el desarrollo de la segunda batalla contra Tahiel sería antes de que llegara el verano, por lo que era posible que no llegara a ver un regalo de cumpleaños de tu parte.

Durante ese tiempo, me encargaron acompañar a Alan para buscar alguna pista sobre el paradero de REVENISH, él y yo viajamos a una ciudad llamada Thanato, el supervisor escuchó de unos antiguos aliados que miembros de REVENISH habían sido vistos en esa ciudad a principios de junio de los dos últimos años, por lo que era probable que volvieran a aparecer este año también. Gracias a las benditas conexiones del supervisor, Alan y yo pudimos hospedarnos en un hotel a un bajo precio, luego de instalarnos en dicho hotel, Alan se tiró en una de las camas de nuestra habitación para descansar del largo viaje de 3 horas que habíamos hecho de Kleidi a Thanato, mientras que yo decidí salir a mirar los alrededores.

Pero, wow, vaya suerte que tuve... dos calles después del hotel, me paré en una heladería para comprar algo con qué refrescarme, y mientras esperaba a que me sirvieran el helado que había pedido, vi una sombra en la azotea del pequeño motel de enfrente, y cuando me percaté de que aquella sombra parecía demasiado cerca de la orilla, corrí hacia el motel y subí hasta la azotea ignorando totalmente a los de seguridad. Cuando llegué ahí, vi la espalda de un hombre inclinándose peligrosamente por la barandilla.

—¡¡¡Oye!!!

El hombre dio un paso hacia atrás y me miró asustado.

—¿Qué estás haciendo?

Su rostro se volvió más pálido y luego se derrumbó sobre sus rodillas.

—¿Estás bien? —le pregunté mientras caminaba hacia él, pero me detuve cuando él levantó una mano hacia mí.

—No... te acerques. —Agachó la cabeza y se arqueó un poco, como si quisiera vomitar, pero se contuvo.

—¿Tienes náuseas? Espera, traigo una bolsa de papel. —Busqué en mi bolsillo para sacar una y dársela—. Toma.

Él la tomó e inhaló y exhaló lentamente con ayuda de la bolsa, mientras que yo le daba palmaditas en la espalda.

Al final el tipo terminó vomitando sobre mis zapatos. Una vez vi su cara de un mejor color, lo llevé conmigo a la heladería de enfrente para recoger el helado que había pedido y comprarle uno a él para que se quitara el sabor de vómito de su boca. Había una banca de madera afuera de la heladería, así que nos sentamos ahí para degustar de nuestros helados, él se veía muy tranquilo, pero la idea de que en realidad quería saltar de la azotea no podía salir de mi cabeza.

—Tal vez las náuseas son porque te dio un golpe de calor —le dije—. ¿Quieres que te acompañe al hospital? —Me reí un poco—. Aunque bueno, acabo de llegar a la ciudad y no tengo idea de cómo llegar.

Esbozó una sonrisa y negó con la cabeza—. Estoy bien.

—Entonces está bien. Pero ¿por qué estabas en la azotea del motel? —pregunté mientras señalaba el lugar—. Estabas muy cerca de la orilla, eso fue peligroso.

—¿En serio?

Entorné los ojos—. ¿Qué...? ¿No lo notaste? ¡Un poco más y te hubieras caído! No importa lo mal que te sientas, ¡no vuelvas a ir a un lugar tan peligroso! ¿Entendido? —Manutuve mi vista fija en sus ojos y vi cómo ellos se humedecían, lo que me asustó un poco y me puso nervioso—. Ah, perdón por gritarte. —Bajé la mirada, avergonzado de mi actitud tan ruda, pero el tema del suicidio me ponía sensible ya que yo deseaba con todas mis fuerzas no morir. Volví a darle un vistazo, él parecía desesperado por detener sus ganas de llorar—. Uhm, ¿acaso terminaste con tu novia o algo así?

La eternidad en un mar de estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora