A las seis treinta AM sonó el despertador de Lionel. Cómo pudo estiró el brazo y buscó arriba de la mesa de luz el teléfono celular.
Con los ojos entrecerrados constató la hora y las notificaciones de su teléfono, nada importante, solo unos cuantos mensajes de sus compañeros de trabajo en el grupo de la oficina y otro de su hijo mayor, Paulo.
Cómo pudo se levantó, se puso sus pantuflas de conejito y fue directo al baño, el frío de junio se hacía notar cada vez más. Hizo sus necesidades y salió.
Su casa no era muy grande. Tenía dos habitaciones, el living, la cocina y un garaje.
Lionel, aunque tenía dos hijos, vivía solo con su hijo, Julián, quien solo tenía cuatro años.
Lamentablemente, su esposa, había fallecido en el trabajo de parto.
Su otro hijo, Paulo, era mayor y estaba estudiando abogacía en la ciudad de Córdoba.
Lionel fue a la cocina, preparó una mamadera y se encaminó a la pieza de su hijo menor. Él sabía que ya estaba grande para tomar en una mamadera pero no le importaba, lo iba a malcriar todo lo que pudiera.
No prendió la luz decidió abrir las cortinas; afuera, estaba nublado y lloviznaba, la poca claridad del afuera no iba a molestar a Julián.
Lionel se sentó en la cama y lo despertó.
– Bebé, vamos hijito, ya es hora de levantarse – dijo con una voz dulce.
El niño se movió debajo de las sábanas, sacó su cabeza y con los ojos cerrados le sonrió a su padre.
Julián estaba lejos de ser travieso o caprichoso, era atípico para los niños de su edad.
Julián se aferró al brazo de su papá con una mano y con la otra pidió su mamadera. Era un ritual entre ellos; Julian solo tomaba su mamadera aferrado al brazo de su papá.
Una vez que el niño terminó, Lionel lo alzó y lo llevó al baño. Lo ayudó a limpiarse la cara y lavarse los dientes. Una vez finalizado aquello, lo llevó nuevamente a su habitación, le quitó el pijama de spiderman, lo vistió y lo peinó.
Julián se quedó en el sillón mirando los dibujos animados, en este caso, Bob esponja, mientras su padre se vestía.
Lionel miró la hora, eran las siete y cinco, tenía tiempo.
Llenó su vaso termico con café, preparo la mochila de su hijo y se dispuso a salir de la casa.
Vivían en una pequeña ciudad de Córdoba, aunque él era Santafesino. Había decidido vivir allí con su mujer, la cual era cordobesa al igual que sus dos hijos.
Las gotas de lluvia llamaban la atención del pequeño Julián, quien iba en su sillita de bebé en la parte de atrás del auto. El niño tenía puesto una bufanda gigante y un gorro con orejas de gatito.
Una vez que llegaron al jardín de infantes, Julián fue de la mano de su papá hasta la puerta, esperando que su señorita habitual estuviera en la puerta.
La sorpresa tanto del hijo como la del padre, fue evidente cuando no encontraron allí a la mujer de ojos redondos y mejillas coloradas; en su lugar estaba un hombre joven, de cabello rizado y ojos oscuros.
– ¿Hola? – dijo Leonel un tanto confundido.
– Buenos días – dijo el hombre de cabello rizado, con una sonrisa en su rostro – Me presento, soy Pablo, el nuevo maestro Jardinero – finalizó y estiró su mano.
El hombre estaba vestido con el habitual guardapolvos azúl a cuadros de los maestros Jardineros de aquella institución.
Lionel le estrechó y lo miró directo a los ojos; una electricidad recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Sintió como sus orejas se ponían rojas.
– Hola – dijo Pablo y se agachó – ¿Cómo te llamas?
Julián, quien era muy tímido, se escondió detrás de las piernas de su padre.
– Es vergonzoso – le explicó Lionel – con los únicos que habla son conmigo y el hermano, sería un milagro que le saques una palabra – sonrío mirando a su hijo – se llama Julián.
– Que lindo nombre que tenés – insistió el maestro – yo me llamo Pablo, soy tu nuevo maestro – se presentó con el niño de todas maneras.
– Disculpa que pregunte – dijo Lionel. Pablo, quien continuaba a la altura de Julián, levantó la mirada para observar – ¿Qué pasó con la maestra de Juli? Tal vez lo informaron por el grupo de mamis y papis pero yo no le presto mucha atención.
Pablo se levantó para hablar cómodamente, aunque, la diferencia de estatura aún se notaba entre ambos. Lionel era más alto.
– La seño Lucrecia se tuvo que volver a su pueblo, hasta donde tengo entendido, por un problema familiar. No sé mucho más la verdad, soy nuevo en la ciudad también.
– aaah, ya me parecía – dijo Lionel con una voz tranquila – no te había visto nunca por acá, la ciudad no es muy grande.
– Pero… ¿Vos no sos de acá, no? – preguntó curioso el maestro. Sus ojos marrón claro poseían un brillo angelical.
– No, no, yo soy de Santa fe, me vine a vivir acá por mi señora – Lionel habló mientras apretaba el anillo en su dedo. Desde que su esposa había fallecido, no se había podido quitar el anillo ni una sola vez, estaba como unido a su piel.
El maestro le sonrió y luego volvió a dirigir su mirada a Julián.
– Bueno, ¿Qué hacemos Juli? – le pregunto – ¿Entramos? Mira que traje un montón de galletitas y torta de chocolate.
Con lo último mencionado, al niño, se le abrieron los ojos. El pequeño Julián amaba la torta de chocolate y más si tenía mucho dulce de leche.
Casi de inmediato agarró la mano del maestro y lo tiró dentro del jardín, necesitaba comer esa torta de chocolate. Aunque, de golpe recordó a su padre, se frenó y volvió corriendo al lugar donde estaba, se abalanzó sobre él, le dio un fuerte abrazo y un beso.
– Chau, papi – le dijo saludando con su pequeña mano – voy a comer poquito, te lo súper prometo, así después no me duele la panza – el niño hablaba con una voz aguda.
Lionel sonrió y estiró la mano para saludar a su hijo. Cuando miró hacia arriba se encontró con el maestro observándose, casi fijamente. Le dedicó una sonrisa la cual fue devuelta casi de inmediato. Una nueva oleada de electricidad le recorrió el cuerpo.
No camino hacía el auto, corrió hacía el y no precisamente por la lluvia.
Se llevó una mano al corazón, el cuál latía muy fuerte. Juraba que la última vez que había sentido algo había ocurrido hacía años y con su esposa. Aquella sonrisa, ese lunar en la mejilla, ese cabello… esos ojos. Definitivamente algo de todo aquello había llamado su atención.
Negó con la cabeza unas cuantas veces y puso el auto en marcha.
Comenzó a alejarse del jardín de su hijo sin saber que había comenzado algo muy difícil de frenar.
################################
Hasta acá lo dejo por ahora. Seguramente después agregue cosas y lo arregle un poquito, escribí como venía ajaja
Gracias por leer ❤️
ESTÁS LEYENDO
corazón frágil (Scaloni x Aimar)
FanfictionLionel es padre soltero luego de quedar viudo. Vive solo con su pequeño hijo Julian de cuatro años. Un día, Lionel lleva a Julián al jardín de infantes y se encuentra con que la maestra del niño no estaba más, en su lugar, un joven hombre llamado P...