Capítulo 21

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Paulo vagó por la ciudad durante dos horas. El sol comenzaba a quemar contra el pavimento, los pájaros sobrevolaban por arriba de los árboles y las persianas de las casas estaban hasta arriba. El olor a las plantas primaverales le causaba alergia. Caminaba sin ganas, arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos. Se subió a un colectivo, cualquier línea, ni siquiera prestó atención y viajó hasta el final del recorrido; parada final: el cementerio.

Se encogió de hombros, fue a visitar la tumba de su madre, ya que estaba allí iba a aprovechar. Saludó rápidamente al sereno de la entrada y le informó el nombre de la difunta. Caminó despacio, disfrutando de la tranquilidad que ofrecía el lugar. Lejos de la típica visión deprimente de los cementerios, ese era bonito; tenía flores por todos lados (no solamente las de las tumbas), una gran fuente de agua en el centro, árboles de fresno y mucha "vida". A Paulo le gustaba ir allí, charlar con la nada y regresar a su casa.

Entre todos los nichos, cientos de ellos, en uno, estaba su madre. Se detuvo a unos cuantos metros cuando divisó a dos personas en frente de la tumba a la que se dirigía. Se quedó tieso frente semejante e inesperada situación; Pablo y Julián estaban allí.

— Y la flor la tenés que poner acá... — Pablo alzó a Julian para colocar los claveles que tenía en sus manitos sobre un pequeño sostén. El niño sonrió, le gustaban esas flores — ¿Quién está acá Juli? — señaló a la mujer de la foto.

— Mi mami — Julián posó una de sus manos en la placa de mármol — ¿Nos puede escuchar? — le preguntó algo serio a su padrastro.

— Si, nos puede escuchar.

— ¿Y yo le puedo decir algo?

— Obvio que podes, yo hablo con mi mamá todo el tiempo. Ellas no pueden contestar pero si escuchar — le regaló una sonrisa.

Julián comenzó a hablarle a su madre en un tono de charla; cosas de su vida, desde su rutina en el jardín hasta lo mucho que quería tener un perrito.

— Y por eso Pablo y papi me van a dar un perrito bebé... — finalizó luego de unos minutos — ya está, ya le conté todo — lo miró a Pablo con una sonrisa. El adulto bajó a Julián y le devolvió la sonrisa.

— ¿Vamos a comprarle algo rico de comer a tu hermano? así lo sorprendemos antes que vuelva — Julián asintió.

— Yo quiero un alfajor... — comenzaron a caminar tomados de la mano. Paulo giró en uno de los pasillos y se escondió antes de que lo vieran, sin un motivo — ¿Me compras uno?

— Tu papá me va a matar si se entera de todas las cosas que me pedís... — Pablo se rió — si, esta bien, yo te lo compro pero tiene que ser un secreto — le guiñó un ojo.

Paulo esperó a que se alejaran para salir de su "escondite". Se sintió extraño. Una sensación indescriptible le recorrió el pecho; era una mezcla de culpa y cariño. Pablo no era lo que él pensaba. Se sentó frente al nicho de su madre y observó los claveles; sonrió con tristeza. Cerró los ojos y suspiró. Tuvo una epifanía cuando sintió la suciedad del áspero piso en sus manos. Era momento de continuar, cerrar la herida y seguir hacia adelante.

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— Pablo... — Lionel llamó a su novio desde la habitación — ¿Vos le compraste un alfajor a Juli?

— No... — Pablo lo observó desde la puerta. Lionel estaba recostado en la cama mientras miraba la televisión. Julián se encontraba a su lado jugando con un muñeco.

— ¿Y porque tiene la boca manchada con chocolate? — Julián tenía restos de comida en las comisuras de su boca. El niño se bajó de la cama y se escondió detrás de Pablo, buscando complicidad. Su padre le permitía comer comidas cargadas de azúcar hasta cierto punto; lo ponían hiperactivo.

corazón frágil (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora