Capítulo especial (Cristian y Paulo)

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Parte tres.

Paulo salió con muchas cosas en su cabeza de la casa de su padre, seguía un poco agitado por los gritos de la pelea. Estaba muerto de frío, el viento helado golpeaba su cuerpo con violencia, el cielo encapotado indicaba que estaba por llover. Caminó unas cuadras hasta la plaza del barrio, necesitaba un rato a solas de todos y de todo.

Se sentó en una de las hamacas, las cuales eran viejas y hacían ruido al moverse. Parecía una película de terror, el viento las movía. La plaza estaba desolada, sólo estaba él y algún perro que pasaba. Con las manos temblorosas sacó su cajetilla de cigarrillos y encendió uno, cerró los ojos y largó el humo.

La cicatriz en su muñeca parecía tener vida propia, a veces sentía que le quemaba, justo como en ese momento. Se subió la manga del buzo y la observó unos segundos. Tenía un sabor amargo en la boca.

" Sos un hijo de mierda, un hijo de puta, das asco, todos te odian..." otra vez esos pensamientos oscuros aparecían en su mente. Había una pregunta recurrente en su mente:

¿Por qué soy así?

Paulo clavó la vista en el cielo, se dedicó a mirar las nubes negras que estaban sobre su cabeza, casi como algo poético. Hacía meses que esos fantasmas pesados y lúgubres no rondaban a su alrededor. Sabía que no era lo correcto pero Cristian era como una pastilla de serotonina a la cual se había vuelto adicto.

Estaba más tranquilo. No podía sacar de su mente las horribles palabras que había dicho, no se sentía como él mismo, no era él, estaba como poseído. Le dolía tanto que no sabía cómo controlar sus emociones.

Pablo era un buen tipo, no le caía mal. Julián no sólo le había contado sobre los besos y la cama, había ido más lejos con la información:

"Pablo es como papi, nos lee cuentos antes de irnos a dormir, me lleva al jardín, juega conmigo y con Enzi, me regala juguetes y me da mucha comida" Paulo sonrió al recordar lo último.

Recordó a su madre, así era ella. Una mujer hermosa, compañera, que siempre estaba para él, en todo. Extrañaba tanto charlar con ella, oír su risa, sus abrazos... A Paulo se le escapó una lágrima.

– Te extraño... – habló en voz alta a la nada misma.

Se sentía un ser despreciable y horrible. Estaba siendo tan egoísta, no sé soportaba, se odiaba. Se quedó durante unos cuantos minutos reflexionado, poniendo en orden la situación. Llegó a la siguiente conclusión:

"Si Juli y mi viejo son felices..."

– ¿Qué opinas, mamá? – preguntó sin esperar una respuesta pero en ese momento, casi como una señal divina, el cielo se iluminó por completo con un relámpago de color violáceo. Paulo no pudo evitar sonreír un poco. Estaba llorando y riendo, parecía un "loco".

Sabía que no podía aceptarlo, su corazón estaba negado pero debía madurar y seguir adelante. Asintió al aire y se limpió las lágrimas.

Abandonó la plaza con la capucha puesta y las manos en los bolsillos. La casa de Alejandro y Nicolás estaba a menos de dos cuadras, sabía que Cristian estaba allí. Necesitaba verlo para hablar sobre su decisión.

– Nene, te vas a congelar, ¿Cómo vas a salir así? – Alejandro era un exagerado.

– Hola para vos también, tío – se frotó las manos contra el calefactor – ¿Y los chicos?

– Haciendo quilombo, en nuestra pieza – Alejandro volvió a tomar asiento, estaba con el mate y su notebook, probablemente haciendo algo – guerra de almohadas o algo así y tu tío se fue a comprar algo para merendar.

corazón frágil (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora