Capítulo 3

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Pablo sentía su corazón latir con fuerza, tanto que tenía miedo de que los demás pudieran oírlo. 

No comprendía porque aquel hombre estaba causando tanto impacto en él, era solo un padre más. 

Ambos se pasaron sus números de teléfono para poder estar en contacto. Sus dedos temblaron un poco al escribir el número de Lionel. 

-Dale Ju, vamos a así compramos la cena – le dijo Lionel a su hijo mientras lo tomaba de la mano. 

– Chau – dijo el niño con una sonrisa; acto seguido le dio un pequeño beso en la mejilla a Enzo. 

Pablo miró de inmediato a su hijo. El infante estaba colorado… al parecer la vergüenza era hereditaria. 

Aunque la reacción de su hijo le causaba gracia, rezaba que al padre de Julián no se le ocurriera hacer el mismo movimiento. Para su suerte, no fue así. Lionel solo lo saludó con la mano. 

Habían acordado cenar aquella noche en la casa de Lionel y Julián. 

– ¿Estás bien? – le preguntó Pablo a su hijo.

Enzo no salía del asombro y había llevado su pequeña manito a su pecho. No logró contestar nada coherente a su padre. 

Pablo no pudo evitar reírse. 

Una vez que se despidió de las demás maestras y se subió al auto, habló de nuevo.

– Enzo – el chico se estaba acomodando en su sillita – ¿Vos decís que les compremos helado o tiramisú? 

Enzo medito un poco antes de responder. 

– Seguro que a Juli y al papá les gusta el helado de chocolate. 

Pablo asintió y se puso en marcha, en dirección a la heladería; quería asegurarse de tener el postre antes de ir a arreglarse a su casa. 

– Paaaa, música, por favor – le pidió Enzo mientras jugaba con un muñeco de Ironman. 

Pablo prendió la radio, estaba sonando su cantante favorita, Taylor Swift. 

La voz de la cantante junto con sus letras iban de la mano con aquel día lluvioso. 

Se adentro en sus pensamientos pero sin dejar de prestar atención al camino.

Repaso mentalmente las facciones de Lionel, sus ojos, su boca pequeña, su cabello, sus pestañas, todo lo que su mente le permitía recordar.

Suspiró. Había pasado un buen tiempo desde que le había gustado alguien, la madre de Enzo era su último interés romántico y las cosas no habían salido muy bien para ambos.

Hacía algo más de dos años que se había divorciado de la madre del niño. Peleas, desacuerdos y una convivencia poco feliz. Resolvieron terminar por lo sano y darle una buena infancia a su hijo. 

La mamá de Enzo trabajaba en Córdoba capital, así que, solo lo veía dos veces al mes y pasaba las vacaciones con ella. Todos estaban de acuerdo con eso, era lo que mejor les funcionaba aparte que Enzo tenía predilección por Pablo. 

Una vez comprado el helado, Pablo condujo hasta su nueva casa. Todo guiado por el GPS, hacía menos de una semana había llegado, no conocía demasiado de la ciudad. 

Al entrar a la casa, se encontró con las cajas y algunos muebles fuera de lugar; pensaba aprovechar el fin de semana para terminar de organizar todo. 

Tuvo que correr a Enzo por todo el lugar para obligarlo a bañarse. Una vez lograda la misión pudo entrar a bañarse él. 

Se quedó bastante debajo del agua caliente. Se permitió volar con su imaginación y crear escenarios ideales con Lionel.

Cuando se percató de lo que estaba haciendo, negó con la cabeza, no quería ilusionarse. 

Se sentía un adolescente, emocionandose de aquella manera. Aquel hombre solo lo había invitado a cenar porque sus hijos habían logrado conectar, solo eso. 

Cuando salió de la ducha, revisó la hora y los mensajes. 

Se alegro al ver que tenía mensajes de Lionel. 

"Hola, los esperamos con Juli a las 8:30, compramos pasta para la cena"  y seguido del mensaje, emojis de carita feliz junto con una aclaración "Los manda Juli estos"

Pablo sonrió de oreja a oreja. Era el mensaje más de padre que había leído en mucho tiempo. 

Contestó y puso el teléfono a cargar. 

No sabía muy bien qué ponerse. Optó por jean tiro alto, remera básica y un buzo negro de cuello de tortuga. 

Su hijo, el pequeño salvaje, elegía él mismo su ropa, lo cual hacía sufrir a Pablo. 

La ropa elegida esa noche estaba bien, nada más que sus zapatillas con luces de color azul en la parte de abajo llamaban demasiado la atención. 

Una vez listos, partieron hacia la casa de Lionel.

A medida que avanzaba con el auto y se acercaba al destino, Pablo se ponía más y más nervioso. Sus manos habían comenzado a transpirar. 

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo cuando la puerta de la casa se abrió. Lionel sin la ropa de oficina se veía aún mejor. 

Tenía unos jeans azules ajustados y una remera negra al cuerpo.

– Ho-hola – tartamudeó Pablo – trajimos helado.

Lionel sonrió y los invitó a pasar. 

Dentro de la casa, estaba cálido y el olor a salsa inundaba el lugar. 

Juli apareció corriendo y saludó a Enzo, luego, con más timidez, saludo a Pablo. 

– ¿Podemos ir a jugar? – le preguntó Julián a su padre.

– Si pero en un rato vienen a comer – le contestó su padre. 

Juli tomó de la mano a Enzo y lo arrastró a su habitación. 

Pablo no sabía qué hacer; se quitó el abrigo y lo colgó en una silla, tenía que actuar con naturalidad. 

– ¿Te gusta el vino? – le preguntó Lionel. 

–Si… pero no sé si debería tomar, tengo que manejar después – respondió tímido.

Pablo no sabía qué le pasaba, necesitaba reaccionar, él nunca actuaba así frente a nadie.   

– Una copa no hace daño – insistió Lionel con una sonrisa pícara.

– Está bien, soy fácil de convencer – accedió Pablo. 

Lionel fue a la cocina y regresó con dos copas de vino en las manos. 

– ¿Por la amistad de nuestros hijos? – preguntó Lionel levantando la copa. 

– Por la amistad de nuestros hijos – respondió Pablo chocando las copas. 

Tal vez ambos estaban fingiendo demencia pero aquello era una cita, con hijos incluidos.

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Hasta acá por hoy.

Gracias por todos sus lindos comentarios, tkm hermanas ❤️

Y si, en mi historia Aimar escucha a la Taylor, como toda persona de bien JAJAJAJA  

corazón frágil (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora