04

732 101 31
                                    

HUELE A TRISTEZA

Iba dándole vueltas al asunto desde que el menor abandonó la habitación, e inconscientemente el lobo dentro suyo ya había tomando una decisión, así que él también. Se miró por última vez ante espejo, ya no sería aquella pobre alma en pena desde aquél día, no, ya no quería seguir así, porque no sólo estaba lastimandose así mismo, sino a todos los que amaba.

Tomó su mochila y salió de aquella habitación, dirigiéndose con sus hermanos de cancha.

El elevador por suerte llegó lo suficientemente rápido, así que sin perder tiempo presionó el botón de la planta baja, haciendosele eterno el trayecto, una vez las puertas se abrieron, se aproximó rápidamente a la salida, encontrándose con todos ahí, mirándolos con unas sonrisa, ahora acercándose lentamente bajo la atenta mirada de todos.

— Al final viniste — Andrés le miró con una sonrisa reluciente.

— Sabes que no sería capaz de dejarlos — el moreno correspondió la sonrisa — No otra vez.

— Entonces, a alguien le salió bien el plan— Gallardo mencionó y en seguida todos afirmaron.

— ¿Plan?

Ochoa preguntó confundido.

— Al cachorro — esta vez Herrera habló, teniendo rodeado con su brazo los hombros de otro— Dijo que al final sí te presentabas aquí abajo, es porque habías tomado una decisión y bueno, aquí andas perro.

La mirada del más grande se posó sobre el chiquillo, quien se sentía sumamente nervioso, pero sumamente feliz de ver al hombre de los bellos rizos con ellos.

— ¿Estabas seguro de que vendría? — preguntó con la voz suave, mirándolo dulcemente.

El chico negó, moviéndose.

— Realmente no lo sabía— se aclaró la garganta— No estaba seguro si después de aquello estarías aquí, con todos— suspiró, y el guardameta se acercó más— Confié ciegamente en ti, Memo. A pesar de tener todas las cartas para perder.

Y el corazón se le derritió, así que sin pensar lo abrazó, acurrucándolo contra su pecho protectoramente, mientras le acariciaba el cabello. Todos los demás jugadores les rodearon, puesto que en aquél país aquellas muestras de afecto no eran permitidas, mucho menos entre personas del mismo sexo, aunque para ellos, era más que normal abrazarse todo el tiempo. Al final, Ochoa terminó por restregar su cara contra la contraria, lleno de felicidad y con un sentimiento cálido en el pecho.

— Ya debemos irnos, Paco— Jiménez dijo, tocándole el hombro— Ya suelta al niño.

Recibió un gruñido en respuesta escondiendo más al joven en su pecho, haciéndolos reír.

— Bien no lo sueltes— alzó las manos en señal de haberse rendido— Memito está volviendo.

— No tardó mucho — Lozano completó— Pero el drama, jijo de su perra madre. ¿Has pensado en volver a ser actor, Memo?

La cara se le tiñió de un color carmesí, que su piel morena no pudo ocultar.

— No, jamás — por fin soltó al omega que tenía entre brazos— No lo vuelvas a mencionar.

Huele a tristeza | Ochoa x MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora