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HUELE A TRISTEZA

El Argentino estaba sumamente cansado, con el aire quemándole los pulmones, tratando de mantenerse en pie otro momento más. Debía seguir de pie, debía hacerlo, por su equipo. Porque jamás podría darse por vencido, no hasta cumplir su objetivo, quería hacerlo, por sus muchachos, por todos, por él.

Y por más que aquél deseo fuera fuerte, tenían todo en contra, el marcador, el tiempo, que saber eso le dolía más que su propio cuerpo debido a las caídas, además del sobre esfuerzo.

Debía seguir.

— Lio— escuchó, y con dificultad volteó— No te sobre exijas, podés acabar mal.

Negó.

— No, aún puedo— dio otro paso, tras otro, alejándose.

— ¡Lio! — no volteó ante el grito de Dí María — Pero, escuchame...

Susurró, mirándolo con dolor, como su espalda se alejaba, manteniendo ese número 10 en alto. Se ahorró cualquier otro comentario, y le siguió el paso, posicionándose en su lugar. Tenían jugadas que armar, goles que meter.

El balón corrió, pasó de persona en persona, alejándose para después acercarse a su persona, estaba frustrado, no podía anotar otro gol, iban en empate, si no hacía algo ahora, todo el esfuerzo de su equipo sería totalmente en vano. Pero, ¿podría? El cuerpo le pesaba, todo le dolía, la cabeza sentía que le explotaría, porque incluso el olor de los demás jugadores que para su mala suerte, todos al rededor suyo eran alfas, con olores fuertes, hostigantes que hacía a su estómago querer vomitar por estar oliendolos por bastante tiempo.

Su omega estaba agonizando en ese campo lleno de olores que no le interesaban en lo más mínimo.

De pronto, se quedó inmóvil en su sitio, tardando en reaccionar justo cuando vio a un Saudí ir con el balón, pasando a sus compañeros, quienes al igual que él, iban desesperados. El corazón le latía rápidamente, tratando de abastecer a todo su cuerpo mediante un rápido bombeo, tratando de oxigenar a todas sus células por la única misión de mantenerlo en pie.

Se frenó de a poco, respirando cortado, con el pecho subiendo y bajando, el nudo en su garganta hizo que los ojos le picaran.

— Lio— su nombre se escuchaba bastante lejos.

Se mordió el labio, pasando sus manos por la cabeza con frustración.

— Lo siento, Lio— De Paul llegó a su lado, abrazándolo.

No sabía cómo describir la emoción tan terrible que estaba instalada en su pecho, y todo empeoró cuando escuchó en todo el lugar.

¡Gol de Arabia Saudí! ¡Victoria 2 a 1 contra Argentina!

Oh, Messi ya lo sabía, estaba derrotado. Sin expresión, se fue junto a su equipo, para dar un último saludo amistoso al equipo contrario, pronunciando un automático "buen partido". ¿Buen partido? Había jugado pésimo, Dios, era su primer juego y ya casi llevaban todas las de perder, se sentía muy mal, pudo haberlo hecho mejor, él lo sabía.  Podría culpar a que su cuerpo no tenía la misma resistencia, a que estaba distraído, no lo sabía, pero la culpa que sentía sobre sus hombros, estaba asfixiándolo.

Huele a tristeza | Ochoa x MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora