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HUELE A TRISTEZA

— Che, ¿vos pensás que soy pelotudo? — ahí iba de nuevo, el alfa frente a su cama lo miraba curioso, por todos lados.

Gruñó bajo, acomodándose en las sábanas otra vez, dándole la espalda, cosa que no le agradó al otro.

— No lo pienso — hizo un pequeño hueco en su rostro con la tela, mostrando apenas su boca— Es que lo sos, deja de joder.

Dibu pestañeó varias veces, bien, no le iba a refutar, porque no era momento, pero había un pequeño problema, y es que, bueno, tenían que irse a entrenar matutinamente, y el más alto se llevó una sorpresa al entrar al cuarto del omega, pues todo ahí tenía un aroma distinto.

Definitivamente no lo reconocía, no era de alguno de ellos, ni siquiera de Julián, y eso que el bebote se la pasaba re pegado con el omega.

— Entendeme, no lo hago por molestarte— estaba desesperándose— Tenés que levantarte y poner orden aquí— no recibició respuesta— ¿Lio?

— Está toda la pieza ordenada, usá esos bonitos ojos que tenés.

Se hizo bolita en la cama.

— ¿Te pensás que estoy acá moviéndote desde hace una hora porque quiero que ordenes la pieza que está más limpia que la casa de la abuela? — el alfa hizo una mueca.

Lionel se removió en la cama, sin salir de las sábanas.

— ¿Sí?

— No, pedazo de corcho — frunció el ceño— ¿Es que no olés? Toda la pieza apesta y no sos vos, ¿Qué hiciste anoche? ¿Jugar con los aromatizantes? Parece que un lobo entró a dejarte perfumado.

Oh.

Lionel salió de las sábanas enseguida, con el cabello desordenado y la ligera marca de la almohada en una mejilla, con los ojos bien abiertos.

— ¿Qué?

— ¿Te liaste con alguien ayer?

Lionel frunció el ceño en una gran mueca.

— ¿Vos qué te pensás?

— No sé, decime vos — se cruzó de brazos viendolo— ¿Qué es eso?

Lionel se dio cuenta de otro pequeño detalle, traía puesta una chaqueta que ni por lo lejos era suya. Y ahí fue cuando los recuerdos de la noche interior le invadieron toda la cabeza. La hora en la que salió de su habitación, se encontró con Guillermo, charlaron un rato, después lo besó y-

Lo besó.

El solo recuerdo del tacto, los besos, las caricias en su cuello, el roce de sus labios, la lengua cálida del otro recorriendo la misma. Ahora estaba sumamente petrificado, no había sido un sueño. Decir que se sentía sumamente avergonzado era lo de menos, disimuladamente se pasó las manos por el rostro, ocultando el sonrojo que comenzaba a aparecer.

— Che, nunca te había visto esa— volvió a señalar la chamarra que evidentemente no era de él.

— Ah, ya sabés, la tenía por ahí.

Huele a tristeza | Ochoa x MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora