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HUELE A TRISTEZA

Decir que se sentía muy avergonzado era poco, Andrés hacía apenas unos minutos le había dicho que le gruñó a uno de los compañeros del argentino, ¿Por quién lo iban a tomar?

¿Por alguien con un temperamento horrible? ¿Un cascarrabias?

Negaba repetidamente, actuó por mero instinto e impulso, debió controlarse más, pero, algo que dejaba pasar por alto y es que, Andrés ya lo había notado, e incluso a él mismo se le hacía bastante raro acerca de ese suceso, ¿Cómo pudo perder el control de esa manera? Ochoa siempre había sido demasiado tranquilo, se controlaba bastante, eso lo admiraba mucho, sin embargo, desde que lo vio de lejos correr sin pensarlo tras él albiceleste, algo iba raro.

La forma en que lo abrazó y el gruñido, no era una amenaza.

Era un quejido de lo más profundo de su lobo, que denotaba la más pura de las preocupaciones y temor por perder algo tan importante.

Andrés estaba sumamente nervioso y es que, las palabras que el médico le había dado no eran precisamente para que se las tomara a la ligera.

— Sécate, te esperamos afuera, no te tardes mucho, ya sabes como se pone el viejo— le extendió una toalla suspirando, Guillermo asintió tímidamente.

Salió de los vestidores, dándole su espacio al alfa, estaba seguro que lo necesitaba, y él en parte, también, debía de idear alguna clase de plan para evitar que el aquello se presentara en Guillermo, aunque sería difícil, a la naturaleza no se le manda.

Por su parte, los demás ya estaban demasiado cansados como para quedarse y ducharse en los vestidores, lo harían en el hotel, así que, tenían como veinte minutos todavía, antes de regresar al hotel. Javier, estaba dispuesto a investigar acerca del extraño comportamiento del Papá de la selección mexicana, y por supuesto, de los dos que había en ella, así que iría a hablar con Diego y Kevin, estaba seguro que ellos sabrían algo.

— ¿Es neta? — escuchó, acercándose a uno de los pasillos— ¿Memo hizo eso?

Diego asintió frenéticamente.

— ¿No lo viste? — suspiró— Tendría sentido, Andrés los sacó lo más rápido posible del campo, yo estaba a una distancia considerable.

Kevin dio vueltas en su lugar, nervioso.

— Diego, ¿sabes qué significa?

— ¿Qué ésto ya se nos salió de las manos? — estaba nervioso, debía admitirlo— Nunca vi que le gruñera a alguien, mucho menos que le enseñara los dientes.

Kevin rodó los ojos.

— A parte de eso— hizo un ademán raro con las manos— Probablemente la idea que teníamos era cierta— Diego abrió los ojos sorprendido— ¿No te das cuenta?

Diego se hizo más pequeño.

— Hay más señales, y por más insípidas que sean, hoy fue una— tomó a su hermano por los hombros— Podemos lograrlo, podemos ayudarlo.

Ambos se miraron, sintiendo una cálida sensación en su pecho, imaginarse como sería si aquello resultaba bien, les llenaba de una felicidad que hacía tiempo habían dejado como un recuerdo.

Huele a tristeza | Ochoa x MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora