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HUELE A TRISTEZA

Quería estar tranquilo, de verdad que trataba, pero las punzadas— no constantes— de dolor en su cabeza se lo impedían. Si eso era una consecuencia de aquello, pues qué horror, aunque no se iba a dar el lujo de quejarse cuando él mismo, sabiendo las consecuencias, tomó esa decisión. Los veía a todos, emocionados, estaban a casi nada de salir a poner en alto el nombre de su país.

Y él estaba nervioso, tenso.

La mirada del Tata no se despegaba de él cuando mencionaba la palabra errores. Sólo rodaba los ojos tratando de mantener su boca cerrada. Y es que, cualquier error siempre caía en él como portero, son un equipo, no solo está él jugando en la cancha. Sin embargo, a veces lo prefería así, que solo fuese un deprimido y no once o más.

Era mejor así ¿no?

Su lobo estaba incluso más inquieto, podía sentirlo, quería culpar a la emoción del momento, pero se sentía desesperado, como si buscara algo. Aunque, tenía a ambos cachorros consigo, lo cuál tranquilizaba al alfa pero aún así, el sentimiento de ausencia persistía.

— Memín, ¿te encuentras bien?

Volteó a ver al responsable de la voz y solo sonrió cálidamente.

— Estoy bien Diego, ¿tú estás bien? — le acarició disimuladamente la espalda, el nombrado asintió.

Al momento se asomó el otro de sus cachorros, diciendo entre labios que él también estaba bien. Fuera de la burbuja de aquellos tres, estaban otros tres mayores viéndolos.

Javier solo podía pensar en que, aquellos niños tenían sus razones y objetivos del por qué se estaba esforzando tanto en aquella decisión. Herrera solo los miraba tranquilo, tratando de pensar en qué momento se les ocurrió todo aquello, pues aquél día en la noche los había escuchado hablar a ambos menores, no estaba en sus planes escuchar conversaciones ajenas, sin embargo.

Ese día tenía unas ganas horribles de ir al baño, pero no quería asustarlos, así que fingió quedarse dormido—capaz y las ganas se le iban—más no se esperaba toda la información que la boca de ambos menores habían soltado muy de repente. Así que, para cuando Diego abandonó la habitación, se levantó de golpe, yendo hacia donde su hermano

Preguntando curioso, no por el hecho de que quisiera regañarlos.

Quería ayudarlos.

Así se terminó enterando, Javier también sabía algo, bueno, no algo, todo al respecto, por eso iba más atento que de costumbre y alguien más, que iba observando todo.

Aquél tan llamado Príncipe, Andrés Guardado.

Que sin querer o sin saber, Javier y Herrera se supone debían evitar que este último siquiera sospechara algo, pues iba a ser un problema que preferían ahorrarse. Llegaron prontamente a su destino, al estadio donde se llevaría el partido que decidiría todo en ese momento. Debían dar lo mejor de sí para poder seguir adelante sino, todo se acabaría ahí, con rapidez bajaron del vehículo, entrando al estadio, aproximándose a los vestidores.

Todos en silencio, cada uno mentalizándose para tal encuentro. Con los nervios en la piel.

Eso literalmente podía olerse.

Guillermo iba con el entrecejo tenso, con la mandíbula apretada, una vez llegaron a los vestidores, todos comenzaron a ponerse el uniforme característico.

— Todo, aquí— el capitán del equipo evitó rodar los ojos ante la voz del técnico— Diré las posiciones, presten atención.

Todos dejaron de prepararse, quedándose en silencio. Conforme los nombres salían de la boca del hombre todos se miraron confundidos.

Huele a tristeza | Ochoa x MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora