76; HEREDEROS DE LA CORONA

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HEREDEROS DE LA CORONA

Laenor dejó King's Landing con su madre, su sobrina, e incluso Aemond, en su mente. La seguridad de las dos primeras era su prioridad, pero a pesar de no tener buenos sentimientos sobre el príncipe, pensar que estaba siendo usado como rehén cuando estaba entre la vida y la muerte lo enfermaba. Seasmoke podía sentir la preocupación y la molestia dentro de su jinete, pero también podía sentir la tristeza y eso lo impulsó a volar más rápido que nunca antes. No le iba a tomar mucho tiempo llegar a Dragonstone así que Laenor se permitió cerrar los ojos y pensar en el pasado, en el pasado donde Aegon se colgaba de su pierna con una sonrisa y le pedía volar en Seasmoke. Pensó en las sonrisas radiantes del príncipe, de su niño, cuando se encontraban en el aire. Todo eso se había acabado cuando Lucerys arrancó el ojo de Aemond en Driftmark, ese día marcó a toda la familia y la separó aún más, y a pesar de ver a Aegon de vez en cuando en los años que siguieron, ya nada era lo mismo. Su hijo se había marchitado bajo el cuidado de los Hightower.

Seasmoke rugió cuando el castillo apareció frente a ellos y Laenor abrió los ojos para verlo, todo estaba bien a simple vista, pero sabía que en el interior del castillo nada estaba bien. Hizo que Seasmoke aterrizara en la playa, su lugar favorito en toda la isla y se bajó alzando las manos cuando los guardias llegaron a su encuentro. No pudo hacer más que ordenarle a su dragón que no se comiera a nadie mientras era arrastrado hacia el castillo. Los guardias lo tenían agarrado con más fuerza de la necesaria para alguien que no daba señales de querer atacar o escapar, así lo llevaron hacia la sala del trono de piedra donde se encontró con Aegon sentado bebiendo una copa de vino, la corona del Conquistador decorando su cabeza. Baela también estaba ahí, de pie junto al trono con el rostro serio, en sus manos había una jarra de vino que sostenía con fuerza como para contener su rabia.

Sus ojos se encontraron y el pánico llenó los ojos de la joven.

—Sir Laenor—Aegon habló mirando al hombre—, supongo que mi hermana lo envió a negociar su rendición.

—Venir fue mi decisión—su mirada fue del peliblanco a su sobrina—, mi sobrina y mi madre están aquí, necesitaba asegurarme que estuvieran bien.

—Están muy bien—Aegon asintió reclinándose hacia el frente—, incluso Aemond está bien.

Entonces Laenor lo vio, una cadena de oro colgando del cuello de Aegon, el dragón dorado rodeando la piedra. El collar de Cerys. Aegon notó su mirada y con rapidez metió el collar en su ropa ocultándolo de la vista de todos.

Nadie tiene que morir, hijo—Laenor le dio una mirada suave, similar a las que le daba cuando vivían juntos en la fortaleza—. Helaena está viva, está bien, tu y Aemond también lo estarán...

—Yo nunca estaré bien—Aegon lo interrumpió—, la guerra no va a terminar hasta que mi cabeza decore la entrada de la fortaleza—se recostó en el trono—. Y Aemond va a morir, solo es cuestión de tiempo.

Hijo...

—¡No soy tu hijo!—gritó con lágrimas brillando en sus ojos—¡Deje de serlo cuando me abandonaste!

—Aegon—Laenor intentó dar un paso hacia el frente, pero fue detenido por los guardias—, renuncia a la corona, le pediré a Cerys que no ordene tu cabeza—rogó.

—¿Y que me encierre en una celda por el resto de mi vida como lo hace con mi madre?—el menor dejó caer la copa—¿O que me envie al muro?—su risa llenó la sala. —Ella quiere mi cabeza, me culpa por la muerte de sus hijos y no está equivocada—asintió borrando la sonrisa de su rostro—, si hubiese puesto más resistencia Jaehaerys, Daeron y Aemond estarían bien.

burning fire. (daemon targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora