Capítulo 50

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Inuyasha


Traigo buen humor, tanto que una vez más una de las chicas de recepción me mira como si fuese algo anormal o de otro mundo cuando le dedico una sonrisa en un saludo cordial. Ella pestañea varias veces sin salir de su estado de sorpresa, antes de contestar con apenas un murmullo.

No le doy mucha mente a eso mientras subo al ascensor indicando el piso correspondiente. Tarareo una canción y suspiro cuando las puertas se abren. No puedo decir que no amo mi trabajo, porque lo hago. La emoción que me causa el deporte, el ayudar a chicos de bajos recursos a levantarse a través de este, además, hay algo terapéutico en los deportes, al menos siempre me siento mucho más relajado luego de nadar por varios minutos. El agua me proporciona un momento de paz.

Aunque si soy sincero, nada se compara con estar abrazando a Kagome mientras nos acostamos a dormir, ver su rostro lleno de tranquilidad, su aroma en mi cuerpo y sentirla viva... ¡Dios! Eso sí me produce paz, saberla a salvo y viva.

Salgo de mis pensamientos cuando camino a pasos suaves hacia donde se encuentra mi secretaria quien al parecer por fin comprendió el reglamento de vestimenta. Lleva una falda que le llega un poco más debajo de las rodillas y una camisa con los botones bien puestos, su cabellera cae totalmente lisa sobre su espalda y sonríe con emoción al verme. Supongo que más emoción de la que daría al ver a un jefe.

—Señor Taisho, me alegro de que esté devuelta, se le extrañaba mucho por aquí—asiento siendo cordial con ella mientras la veo buscar algo—debo informar que hay alguien esperándolo—frunzo el ceño porque no esperaba visitas de nadie.

—¿Quién?—cuestiono, pero al final camino hacia la puerta de mi despacho y me adentro sin esperar respuesta.

Una sonrisa pasa por mi rostro cuando veo al niño que al verme sonríe de emoción gritando mi nombre y corriendo hasta abrazar mi pierna. Daiki es un niño que generalmente me cae muy bien, es la clase de niño que puede sacarte una sonrisa sin que se lo proponga, solo con lo tierno e inocente que es.

—¡Tio!—grita dándome un abrazo como si tuviese años sin saber de mí, sonrío revolviendo su pelo y alzándolo para que esté a mi altura. Sus ojos me observan con sorpresa, como si realmente no esperara que estuviese ahí.

—Al parecer tu señora al fin te dejó ver la luz del sol o respirar otro aire—se burla Naraku haciéndome rodar los ojos. Akane observa todo con la tableta en manos mientras se muerde el labio. Realmente es buena en su trabajo, pero esta mujer debería dejar de actuar como una adolecente en pleno apogeo de hormonas.

—O yo la dejé ir a ella—él sonríe y mira hacia un lado.

—No está contigo, ahora que es la señora Taisho supongo que...

—¡¿Señora Taisho?!—el chillido que se escapa de los labios de Akane hace que Daiki se sobresalte en mis brazos. Giro hacia ella totalmente confundido mirando la palidez en su rostro—¿usted... se casó?—pregunta pasmada, como si la sola idea de que me haya casado le produjera una sensación amarga.

—Sí, soy un hombre felizmente casado—sonrío mostrando el anillo en mi dedo—pensé que te lo había escrito en el último correo que envié, supongo que te tomó por sorpresa—la veo apretar los labios.

—Felicidades señor—le doy una leve sonrisa.

—Gracias—unas manitos en mis mejillas me hacen girar y veo el rostro sonriente de Daiki.

—¡Un dibujo!—chilla y señala mi escritorio. Camino hacia él tomando el dibujo en manos. Suelto un silbido porque este niño tiene dotes de ser un gran artista.

Travieso DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora