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— Mirá, al parecer alguien se acaba de mudar a la casa de al lado — dijo Julieta Morales, una mujer agradable y amable de la casa 2315 del barrio, bajaba del auto junto a su hija, Victoria Müller.

Miraron directamente a la camioneta que parecía ser de fletes que decía "Fletes Lucho Portuano".

—¿Qué es ese nombre? — preguntó Julieta con una mueca, a lo que solo Victoria soltó una risita silenciosa.

—Voy a extrañar mucho a la señora Diaz, era tan agradable y siempre te daba caramelos cuando la visitabas — dijo Victoria mientras se acercaba a su casa, diversos muebles bajaban del enorme camión de mudanzas y entraban a la casa.

—Espero que sean copados, así podemos invitarlos a la parrillada los sábados, o tal vez tomamos unas birras — dijo Matias mientras cargaba las bolsas del supermercado, Victoria no le contestó e ignoró el comentario.

Matias es el segundo marido de Julieta y ahora padrastro de Victoria, ella apenas lo aguantaba, no le gustaba para nada el matrimonio de su mamá con él, Julieta tenía 38 años de edad mientras que Matias apenas 30 años, agregado a eso que a Victoria le hubiese gustado que el matrimonio de su mamá y su papá hubiese durado, si tan solo su papá no hubiese optado por dejar a su mamá e irse con otra mujer

—¿Que vas a hacer para comer a la noche, reina? — le preguntó Matias a Julieta mientras la tomaba por la cintura y entraban a la casa.

—Ni idea, ¿Se te antoja algo a vos mi vida? — le preguntó Julieta a su hija.

—Morirme — dijo ella en un susurro.

—¿Qué? — le preguntó Julieta al niño escucharla.

—Que ni idea ma, tal vez unos ravioles.

—Pero, ¿Otra vez ravioles? — dijo Matias mientras dejaba las bolsas sobre de la mesada de la cocina.

—Uy, lo bueno es que no te preguntaron a vos — le respondió Victoria con ese tono sarcástico que usa muy seguido.

—¡Victoria! No le faltes el respeto a Matias, le pedis perdón ahora — chilló Julieta, se le afinaba la voz cuando se ponía a gritar.

—No mi amor no hace falta, tranquila – le dijo Matias, a pesar del mal trato de Victoria hacia él, jamás le había faltado el respeto ni se había sobrepasado con ella, al contrario, siempre busco la manera de que se puedan llevar bien.

—¡No, disculpate ahora Victoria! — dijo Julieta.

—Él no quiere una disculpa — mencionó Victoria — ¿Y saben qué? Hagan lo que quieran, me chupa un huevo, ni siquiera voy a bajar a comer, voy a estar estudiando arriba — dijo ella antes de subir rápidamente por las escaleras y entrar a su pieza, ignorando los gritos de Julieta.

Victoria siempre fue muy inteligente, en el colegio fue abanderada de la bandera nacional, cada año recibía becas por buen comportamiento, era muy sociable con los adultos, con las personas de su edad no suele llevarse muy bien, es un poco retraída.

Pero siempre teniendo ese amargo y fuerte carácter, sin temor a ser reprendida, sin importar absolutamente nada...


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Victoria

Mis tardes se resumen en hacer tarea, pintar libros para chicos de preescolar, ver de vez en cuando mi celular y escuchar música, para ser precisa escucho Lali.

Escucho pasos de alguien subiendo por las escaleras, seguro es mi vieja que me viene a cagar a pedos denuevo. Un par de nudillos toca la puerta amablemente y ya sé quien es.

Vecinos | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora