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—¿Y cómo durmieron? — pregunta Matias mientras tomaba su café en la mesa. Ruedo los ojos por la pregunta estúpida.

—Para el orto, ¿Qué te parece? Si el vecino este puso la música a todo lo que daba, encima no paró hasta las 4 de la mañana — chasqueo la lengua mientras me sirvo café de la cafetera.

—Que raro que nunca llegó la patrulla, si yo llamé como 10 veces — dijo mamá caminando hacia mi con cara de confusión, agarra una taza y espera a que termine con la cafetera para así servirse ella. Niego con la cabeza.

—¿Estás segura que marcaste bien el número? ¿No te confundiste de dirección?— le pregunta Matias.

—Si amor, marqué el 911 mil veces y me decían que ya llegaban, pero nunca pasó. No entiendo nada — se queja mi mamá — Encima que raro que ningún vecino salió a quejarse, siempre alguno rompía las pelotas cuando había música fuerte un día de semana.

Eso era verdad, casi no podías hacer fiestas porque a la señora Rosa le molestaba el ruido. Que si ponías música fuerte eras un villero, y peores cosas te decía. Ahora cuando se la necesitaba ni apareció.

—Ni siquiera lo conozco y ya lo odio — confieso enojada y le doy un sorbo a mi café. Me quejo porque este estaba caliente. Empezando bien la mañana por suerte.

Terminamos de desayunar y tomo mi mochila para salir de casa e ir con mamá y Matias que me dejaban en la facultad de paso. Camino hacia el auto y noto como las plantas se mueven, frunzo mi ceño y luego veo que sale un chico de ahí, mi cara cambia a una de espanto y grito horrorizada cuando veo que ese mismo chico estaba vomitando sobre el patio de mi casa.

—¡¿Quién sos?! Andate de mi casa ahora — empiezo a los gritos pidiéndole al chico que se vaya, estaba vomitando y encima no estaba en sus mejores condiciones.

—¿Qué pasó? — se acerca Matias cuando escucha mis gritos y ve al chico que estaba en cuatro sobre el pasto.

—Este flaco salió de las plantas y empezó a vomitar. Pedile que se vaya por favor — le ruego.

—Flaco andate a tu casa por favor, no estás en tus mejores condiciones y no quiero quilombos ¿Sí? — le dijo Matias, el pibe asiente y se pone de pie como puede para irse del lado contrario.

—Seguro que este pibe viene de la casa de al lado, parece que hubo alta joda ayer — dice Matias, me acerco a las maderas que separaba mi casa con la del lado izquierdo y veo que no uno, sino que había como diez chicos tirados en el patio durmiendo. Hice una mueca de asco al ver. Luego se cambia a una de enojo.

Todo por culpa del vecino nuevo, lo voy a matar.

[>>>]

Llego a la facultad con un humor del orto, había dormido solo dos horas, el café me quemo toda las tripas y encima un flaco me vomita el patio, todo lo malo me estaba pasando a mi, encima todo por la culpa del vecino nuevo que si no fuera porque le bajara la música a la primera que se lo pedí nada de esto hubiera pasado, pero él eligió ser forro y chuparle un huevo que hayan vecinos que quisieran dormir. Es un pelotudo, pudiendo tratar de caer bien en el barrio prefirió que lo odien.

Mi mañana pasa demasiado lenta, la clase de Biología suele interesarme mayormente pero el profesor habló de las células eucariotas y procariotas. Era un tema que ya me lo sabía de memoria por verlo en casi toda la secundaria, pero el estaba que dale con el tema. Después tuve Pensamiento Científico que también fue un embole la clase y como tuvimos un tiempo libre me dediqué a recuperar el sueño de lo que no pude dormir esta mañana.

Cuando se hizo la hora de la salida el profesor se despidió de nosotros y salimos del aula. Camino rápidamente hasta la puerta de salida y respiro profundamente cuando ya estaba afuera del establecimiento, bajo las escaleras que había y camino hacia la calle, donde puedo visualizar a un chico que estaba recostado sobre su auto negro, cruzado de brazos y me miraba con una sonrisa.

Vecinos | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora