O17

6K 367 129
                                    

Narrador omnisciente

Pasaron varios días desde la fiesta en la casa de Enzo. El morocho iba a los entrenamientos los días que le correspondían y cumplía al pie de la letra. De vez en cuando se cruzaba a Leandro pero no se hablaban, desde aquella pelea quedó una pica entre ellos que ahora no se pueden ni ver. También quedó un poco molesto con Nico, Cuti y Licha que fueron los causantes de drogar a la chica, pero los chicos les dijeron que no lo volverían a hacer, Enzo los perdonó pero que si llegaban a hacer otra cosa así no los dejaba entrar a su casa.

Por el lado de Victoria, ella al enterarse que Leandro fue el que dió la idea de drogarla le hizo la cruz, no quería verlo ni en figurita, claramente le dolía creer que una persona que amó durante estos últimos años le haya hecho esto. Él no bajó los brazos, la llamaba, le mandaba mensajes pero ella lo ignoraba, la iba a esperar a la puerta de la facultad y ella lo esquivaba o se subía rápidamente al auto de Matías cuando la iba a buscar, hubo veces que se cruzaron y pelearon. Era un ciclo interminable.

Enzo siguió haciendo jodas sin importar si era o no día de semana, aún es sorprendente como todavía no tiene 25 policías en su casa, ya que son varios los vecinos que hicieron la denuncia, incluyendo a Victoria.

El morocho llegó a su casa después de una mañana larga de entrenamiento, se fue a dar una ducha y luego se iba a dormir una siesta. Tenía que recuperar el sueño.

Se pone ropa cómoda y con una toalla se pasa por el pelo para secarlo. Acerca su cabeza a la ventana y ve hacia la otra ventana, viendo que Victoria estaba muy concentrada escribiendo algo mientras escuchaba música. Quedó mirándola unos segundos hasta que se rescató y sacó su vista de ella para tumbarse en la cama, se acomodó y apenas cerró los ojos cayó en un profundo sueño.






Enzo

Estaba durmiendo tan plácidamente hasta que mi sueño fue interrumpido por el timbre de la puerta, a regañadientes me levanto y me pongo las ojotas para bajar y abrir la puerta.

—¿Quién es? — preguntó acercándome a la puerta, pero no recibo respuesta. Mi voz salió media adormilada. Tomo la manija y la abro, me asombro un poco al ver a mi mamá, la última persona que quiero ver.

No dejo ni que hable porque le cierro la puerta en la cara. Me pone de mal humor verla, encima que me levantó de mi siesta es peor. Me da bronca que no deja de insistir y sigue tocando la puerta. Aunque haga mil berrinches ella no se va a ir, entonces abro la puerta ya cansado.

—Hola, hijo — dice ella con una pequeña sonrisa, yo solo la miro sin ninguna expresión.

—¿Qué haces acá?

—Quiero saber de vos, no me contestas las llamadas y hace días quiero saber cómo estás...

—Si no te conteste fue por algo — le conteste seco, ella asiente un poco entristecida — Si no te molesta quiero seguir durmiendo, chau — intento cerrar la puerta pero ella me lo impide frenando con una mano.

—Por favor, Enzo. Yo solo quiero que hablemos, quiero...

—A mi no me interesa, andate — la miro de mal humor, ella solo me miraba suplicante, pero yo sinceramente no siento pena alguna por ella.

—Hijo...

—Chau — digo y cierro la puerta con seguro, pero no pasaron dos segundos que ya estaba tocando la puerta de nuevo, los ignoro y subo a la pieza denuevo para seguir durmiendo.

Los toques en la puerta cesaron y suelto un suspiro aliviado. Me acuesto en la cama y cierro los ojos para intentar dormir pero vuelven a tocar la puerta, puteando me levanto de la cama y bajo de vuelta caminando a paso rápido a la puerta.

Vecinos | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora