O29

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Buenos Aires, Argentina
15 de noviembre, 2022
23:50



Me agarro fuertemente de sus hombros para poder subir y bajar con facilidad sobre su pija. Mis tetas saltaban a medida que yo también lo hacía y se me pone todo el pelo en la cara, impidiendome ver los gestos que hace Enzo mientras me está cogiendo. Mis piernas están a cada lado de su cadera apoyando mis rodillas sobre la cama. Nuestras pieles chocan y junto con los jadeos que soltamos de vez en cuando es lo único que se puede escuchar en la habitación. La luna que entraba por la ventana es la que alumbra el lugar.

Comienzo a soltar mini gritos cuando siento que me está tocando justo donde me gusta y me muevo con rapidez, provocando que suelte algunos gruñidos. Sus manos en mi cadera aprietan con fuerza esa zona.

—No puedo... más... — digo apenas, ya estaba cansada de tanto moverme, pero tampoco tenía intenciones de parar. Dicho esto, las manos de Enzo se aferran a mis caderas y me ayuda con las embestidas, subiendo y bajando una y otra vez. Muerdo mi labio inferior con fuerza y hundo mis dedos en sus hombros, el placer me estaba cegando por completo.

—Hija de puta — gruñe al mismo tiempo que me ayuda a moverme más rápido. Deja de moverme por unos segundos para incorporarse y se sienta aún conmigo encima, sin salirse de mí. Se acerca a mi cara para besarme en la boca con fiereza, trato de seguirle el beso aunque no puedo porque es un poco brusco, hunde su lengua en mi boca y explora toda mi cavidad bucal con ella.

Vuelve a agarrarme de las caderas y me ayuda con las embestidas, esta vez me empuja hasta que llega hasta el fondo de mi ser, haciendo que me retuerza de placer. Las embestidas eran rápidas y profundas que al rato pude conseguir llegar al orgasmo. Tiro la cabeza hacia atrás, envuelvo mis brazos detrás de su cuello, cierro los ojos y un jadeo sale desde el fondo de mi garganta cuando siento como mis flujos salían de mí, bañando toda su pija.

Enzo gimotea roncamente cuando sintió que llegó a su clímax. Bajo la cabeza y lo veo que está con los ojos cerrados, los labios hinchados y entreabiertos queriendo recuperar la respiración por lo agitado que está, su pecho sube y baja desenfrenadamente y una capa ligera de sudor cubre su frente y parte de su cuello. Apoyo mi frente sobre la suya y ambos quedamos así, sin decir nada pero decirlo todo a la vez.

—Te cogeria toda la noche si fuera por mí — susurra sobre mis labios, sintiendo su aliento chocar contra los míos. Se me forma una sonrisa en la cara.

—Si fuera por mi me quedaría toda la noche acá con vos — me remuevo sobre su pija. Todavía no había salido de él.

—Y quédate entonces.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Sabes por qué — ladeo mi cabeza a un lado y con mi mano tiro mi pelo hacia atrás — Mi mamá solo me dió permiso hasta las doce.

Le conté a mamá que ahora me estoy llevando mejor con Enzo, obviamente no le conté sobre los encuentros sexuales que tenemos pero le dije que nos estamos haciendo amigos. Eso a ella le cayó muy bien ya que estaba empeñada en que me lleve bien con él. Le había inventado que Enzo necesitaba de mi ayuda con la cocina y le pedí permiso para venir, ella accedió pero solo me dió permiso hasta las doce en quedarme. Sí, parezco una nenita todavía que le tiene que pedir permiso a la madre para salir solo porque todavía vivo en el mismo techo que ella.

Enzo chasquea la lengua y gira a ver para un costado, luego vuelve a mirarme — Quién sos la cenicienta que tenes que volver a tu casa antes de las doce — dijo con una pizca de burla.

Suelto una carcajada, — Sos un nabo. Además ni en pedo me deja quedarme a dormir.

—Decile que solo por hoy, que mañana ya me voy.

Vecinos | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora