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Enzo

Me estaba saliendo bien esto de hacerme amigo de los vecinos, ya le había caído bien a Rosa, a la señora que vive con quinientos gatos, al kiosquero, y ahora a Julieta. Encima está re buena, mamita. Lástima que está casada, y encima Matías es grandote, de una piña me deja en coma el pibe. Por eso ni jodo con eso. Igual todo bien con él es re copado y me recibió bien. Lo que si a la que no le caigo bien es a la ortiva de la hija, no sé qué mierda le pintaba conmigo si yo no le hice nada a parte de que no le quise bajar a la música la otra vez. Como se nota que nunca le dieron con el cinto de pibita.

—¿O sea que esta casa la compraste vos? — me pregunta Julieta y yo asiento con una sonrisa — No lo puedo creer.

—Si, mis viejos querían comprarme un departamento, pero yo quería una casa propia así empezaba a planear mi futuro, con una persona quizás — le chamuyo un poco, es lo que los adultos quieres escuchar mayormente, alguien "responsable" "decidido" "maduro"... — Aunque también me quedaba cerca del entre del predio de la AFA, así que esta casa era perfecta para mudarme.

—¿Desde cuándo jugas a la pelota? — pregunta Matías mientras sacaba la carne de la parrilla.

—Desde pibe, primero empecé jugando en River, después de préstamo estuve en Defensa y Justicia y ganamos la copa Sudamericana. Después volví a River hasta que tuve la oportunidad de ser transferido al Benfica que es un equipo de Portugal — comienzo a contar un poco de mi historia y ellos me miraban asombrados.

—Tremendo, y eso que todavía sos pibe, te queda una carrera larga por delante y ya sos todo un profesional. Realmente te admiro — dijo Matías y yo le sonrío.

—Gracias, si la verdad estoy contento con todo lo que logré hasta ahora.

—¿Y ahora por qué estás acá si se supone que vivis en Portugal? — pregunta Julieta con una mueca.

—Porque ahora fui convocado por Scaloni para ser parte de la selección Argentina, y ahora estamos entrenando porque en un mes es el mundial — digo y a Julieta se le abren los ojos.

—¡Ay es verdad! El mundial... ¿Te vas a Qatar entonces no? — pregunta y Matías se acerca a nosotros con la bandeja de carne.

—Así es — sonrío — Si todo sale bien en un mes nos vamos a Qatar — me acomodo sobre mi silla para comer.

—La van a romper, doy fe por ustedes de que nos van a traer la copa, desde ya te lo digo — Matías golpea mi hombro en forma de apoyo y yo lo miro sonriendo.

Cada uno se sirve la carne que quiere, agarro un poco de ensalada de lechuga y tomate que había en un bol y me sirvo un poco. Comienzo a comer y casi ni hay tema de conversación en la mesa porque tenemos las bocas ocupadas.



[>>>]



—Es re linda tu piscina, se ve muy espaciosa — dijo Julieta mirando hacia mi patio, me acerco a ella por detrás y asiento. Se me desvía un poco la mirada a su culo y la levanto cuando ya estoy al lado de ella. Esa piscina fue la clave más importante por la que pude tomar la decisión de comprar esa casa. Todos en la joda me dijeron que les gustaba la piscina.

—Si, ojalá algún día puedan pasar a disfrutarla un rato — le digo a Julieta. Siento una mirada detrás mío, me doy la vuelta y veo que viene de la casa, alzo mi cabeza un poco y era la piba infumable, me mira con cara de orto, ruedo los ojos y trato de ignorarla, ahora me estaba ganando a sus papás, ella era lo de menos.

—¿Y tus papás? ¿Por qué no vivís con ellos? — pregunta Matías llegando junto a nosotros, poniéndose a mi lado.

—Mi viejo es policía, está mucho tiempo ocupado. Yo no pude terminar el colegio porque me metí en el mundo del fútbol y lo tuve que dejar. Pero gracias a eso me pude comprar un departamento yo solo y así me puedo independizar de él — digo con una pequeña sonrisa.

—¿Y tu mamá? — pregunta Julieta.

—No me gusta hablar de ella — digo metiendo mis manos en mis bolsillos. Me quería matar cuando lo dijo. Justo la tenía que nombrar

—Ah, bueno — contesta con un puchero. Gracias a Dios no insiste en seguir preguntando y quedó ahí.

[>>>]


Después de pasar toda la tarde en la casa de los vecinos y bancarme todas las preguntas que hacían sobre mi vida, los despido y vuelvo a mi casa. Subo hacia mi pieza para echarme una siesta. Me acuesto en la cama y escucho un sonido de una guitarra, pero esta vez es mas tranqui. Me levanto sobre la cama y asomo mi cabeza a la ventana para ver de donde venía, era de la ventana de en frente. Puedo ver que es la vecina que está tocando la guitarra, pero se la ve triste, se le cae una lágrima y se la limpia enseguida para seguir tocando. Está llorando y se la ve triste, sin ganas...

Sin hacer más, simplemente bajo la cortina y me vuelvo a acostar, hoy no quiero saber nada de sentimentalismos.



[>>>]



Acomodo las cervezas en el refrigerador para mantener el frío. La música por el momento está baja, son las 7 de la tarde y ya hay algunas personas en casa.

Me acerco a los chicos, estaban Julian, Otamendi, Licha y Paulo que estaban jugando a pasarse el hielo con algunas chicas que para qué mentir, estaban re buenas, quizás me empome a alguna hoy.

—Da lo tiraste a propósito boludo — le dice una de las chicas al Licha. Por la voz podías darte cuenta que era una cheta.

—Deja de quejarte y veni — Licha de una le agarra el cuello a la mina y se la chapa. Los demás gritan en forma de festejo y yo solo me río.

Todo estaba perfecto, solo espero que no venga ningún vecino a romperme las pelotas con que le baje a la música...

[>>>]

Son aproximadamente las once de la noche, todos ya estaban re en pedo y estaban bailando, la estaban pasando bomba. La chica con la que estuve el otro día no había venido e hice un puchero.

Veo a Ota y al Cuti en la barra de la cocina, entonces me acerco a ellos.

—Fua, ¿Ya se van a meter esa mierda ustedes? — pregunto al ver al cuti pasarse una línea de cocaína por la nariz, se limpia y Ota se arma un porro.

—Es para ponernos en ambiente, no rompas las bolas flaco — me dice el cuti y yo solo le di un sorbo a mi vaso.

—¿Querés una gato? — me dice Ota dándole una calada al porro y me muestra que tiene unas pastillas en la mano. Yo niego con la cabeza. Con ellos nunca se sabe.

—No, yo... — Me quedo callado al escuchar denuevo que alguien golpea la puerta con agresividad y toca el timbre demasiadas veces. Frustrado camino hacia la puerta y la abro, dejándome verla a ella denuevo, cruzada de brazos y con cara de orto.

—Es domingo y quiero dormir, mañana nosotros tenemos cosas que hacer — dijo ella.

—Entonces andá a dormir, no sé qué haces acá — digo mirándola mal. Enseguida siento un aliento en mi nuca y me remuevo incómodo.

—Oaa ¿Y este bomboncito de dónde salió? — dice Ota sobre mi hombro.

—Ya se va — respondo sin sacar mi mirada de ella, que también me mira retadora.

—Banca, yo te conozco a vos — dice Ota achinando los ojos, ambos lo vemos con el ceño fruncido. — Ahora no me sale porque estoy re volado, pero te me haces conocida — dice Ota poniendo sus dedos en su cien pero lo tiro para atrás, metiendolo denuevo a la casa.

—Voy a llamar a la policía para que vengan a cortarte tu fiestita pedorra — dijo ella molesta. Yo ruedo los ojos. Cuántas veces escuché eso.

—Si dale anda que lo espero con los brazos abiertos — digo sarcástico y le cierro la puerta en la cara para volver a la joda. Salgo al patio trasero y veo a un par de chicas en ropa interior.

Hoy se come muchachada.

Vecinos | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora