Prólogo.

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Chiara.

Mi padre decía que los sueños son aquellos que nos hacen querer darle un propósito a nuestra vida.

Mamá decía que los sueños hay que perseguirlos.

Y yo decía que lo mío no son los sueños, porque las que me persiguen son las pesadillas.

Y todas ellas estaban llenas de la misma presencia irritante e increíblemente molesta.

Mi némesis.

Knox.

Desde que éramos niños él había sido mi peor enemigo, el peor ser humano que he conocido. Tan cruel que cuando abre la boca solo quiero pegarle un puñetazo y sacarle los dientes. Y que claro, también ha hecho mis días grises... toda mi vida.

Tenía muchos motivos para odiarlo. Millones en realidad.  Pero el mayor de todos es que era una de las personas que conocía que de hecho podría llegar a ser más inteligente que yo. Y por eso lo odiaba con cada parte de mi ser.

Estuvimos juntos en el colegio desde primaria, y no hubo un día en donde no estuviéramos compitiendo para ver quién recibía más dieces, o quien tenía más medallas, o quien estaba en el cuadro de honor por más tiempo, o quién practicaba más actividades extracurriculares.

Estaba feliz de poder deshacerme de él  de una vez por todas cuando me graduara y me fuera al extranjero a estudiar con la beca que me había ganado con mi esfuerzo y falta de sueño, ah y de exceso de cafeína. Pero el destino tenía otros planes para mi.

Lo descubrí un viernes por la noche, cuando estaba en mi habitación de residencia, viendo un capítulo de una pésima comedia romántica mientras comía fresas, gusto que compartía con mi padre Dante, en el momento en que mi celular sonó.

La cara sonriente de mi madre apareció en la pantalla, y procedí a saludarla con una pequeña sonrisa.

Jazmín Rodríguez era la mujer más atractiva que había visto, y no sólo lo decía porque fue la que me trajo al mundo, sino que era lo cierto. Ella podía pasar entre millones de personas y resaltaría aunque no lo quisiera. Y aunque ella estuviera rondando sus cuarenta años no parecía envejecer de mala manera. Al contrario.

Mi madre era la personificación de lo que yo deseaba ser, una mujer inteligente y exitosa. Pues no cualquiera podía graduarse con honores en la universidad, y construir una carrera independiente en el mundo de la arquitectura, y mucho menos tener su propia empresa validada por una buena cantidad de millones de dólares. Ella lo hizo, sin nada más que su cerebro y esfuerzo, y eso era lo que yo alegaba llegar a ser.

—¿Cómo estás, pequeña? —Su cara y unas cuantas líneas aparecieron a los lados de sus ojos.

—Bien, ¿y tú?

—Estoy descansado porque fue un día muy largo. Luego de salir de la empresa fue a casa de Javier para ayudarlo con una lasaña que Cristina le había pedido que hiciera para la cena, cosa que debo decir que salió muy mal, porque se nos quemó —Su carcajada fue contagiosa—. Así que tuvimos que llamar a tu padre para que nos salvara, menos mal no tenía ninguna reunión en la editorial y pudo ayudarnos. Ahora mismo Cris debe estar cenando feliz, sin saber que el ingrediente secreto fue que alguien que no fuera ningún Rodríguez se encargara de la cocina.

Javier era el hermano de mamá, por ende mi tío, y Cristina su esposa, la madre de Violet.

Por otro lado mamá hablaba demasiado. Y cuando decía demasiado, era en una cantidad muy significativa.

Y debía resaltar que no había sacado eso de ella, porque en realidad el silencio me tranquilizaba. Eso hacía que mi padre, Dante, dijera siempre que en eso me parecía bastante a su hermano; mi tío Dorian.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora