16. El hijo de Satanás y una sola cama.

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Chiara.

Todavía me daban ganas de echarme a reír cuando recordaba la cara de Knox al dejarlo sin la última palabra en nuestra conversación e irme. Lo tenía bien merecido por creer que podía decirme qué hacer.

Ja, ¿quién se creía? ¿Un Dios? El Dios de los imbéciles nada más podía ser él.

—Necesito que me enseñes a esquiar, por favor, dado que eres el mejor que conozco —espeté apenas llegué a donde estaba Archer.

Archer bajó el celular de su oreja, finalizando su llamada con unas palabras en mandarín. Un idioma del que en mi caso conocía un poco, y que en el suyo; hablaba con total fluidez, igual que el español, inglés, francés, italiano y alemán.

—¿Y eso no tiene nada que ver con cierto rubio? —comentó con un atisbo de sonrisa.

¿Para qué mentirle?

—Quiero quitarle esa cara de orgullo y de sabelotodo, y recordarle que todo lo que él puede hacer yo lo puedo hacer cien veces mejor.

Ni siquiera era tan competitiva a decir verdad, solo Knox me impulsaba a ser de esa forma.

—Te enseñaré —anunció, guardando su móvil.

—Gracias —Me coloqué cerca de él, escuchando con atención las instrucciones—. ¿Y eso es todo lo que debo saber?

—Sí, y la postura, es lo más importante.

—¿Así? —Me incliné un poco, haciendo o intentando hacer lo que decía.

Archer sacudió la cabeza, poniendo una mano en mi cintura y la otra en mi espalda para así indicarme y corregir mis errores.

Mi cabeza se levantó, y mi mirada se cruzó con la de Knox, el que estaba a pocos metros de distancia, observándonos con los brazos cruzados y las cejas fruncidas.

Levanté mi dedo del medio, enseñándoselo con descaro y para rematar una dulce sonrisa antes de deslizarme con facilidad.

Me concentré en aplicar lo que me había indicado Archer y cuando vine a ver estaba en la parte plana, sin golpes o caídas vergonzosas. El júbilo estalló en mi pecho y sonreí el doble, y los aplausos de Violet y silbidos de Charlotte me alegraron incluso más. Girándome, las vi, ambas saltando en sus sitios y gritando mi nombre, luego pasé a Archer, quien se limitó a asentir y regalarme una mínima curvatura de labios. Y luego estaba Knox. Sonriendo, sin malicia o picardía, una sincera. Como si verme logrando algo le hubiese importado y alegrado.

Me quité el equipo, y fui caminando hacia donde estaban todos mis amigos, deteniéndome un segundo al pasar por Knox.

—Ya estoy lista para patearte el trasero —murmuré, dejando mis ojos sobre los suyos.

Su rostro iluminándose puso en evidencia que en efecto, había entendido mis palabras.

—Muero por ver eso, mi dulce némesis.

Charlotte se atravesó, dándome un abrazo.

—Estamos orgullosos de ti, mi pequeña. Ya era muy doloroso verte esquiar como si tuvieras cinco piernas y nada de coordinación en ninguna —masculló, haciendo una mueca—. Ahora, vamos a comprarle un chocolate a Violet antes de que le dé algo.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora