9. Riesgo.

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Knox.

El auto se acercó a Chiara a toda velocidad y mí el corazón se me subió hacia la garganta. No me detuve ni un maldito segundo a pensar en nada. Corrí hacia ella, y no me importó una mierda. El pánico inundó mi sangre, y cada extremidad de mi cuerpo pesó. Agarré su cuerpo y le cubrí la cabeza, tirándome con ella hacia el piso. Dejándola encima de mi cuerpo para que no se hiciera daño. Mi espalda se llevó la peor parte, no me pudo importar menos.

Había pensando muchas veces en que, debido a lo mucho que me desagradaba Chiara, me daba igual lo que le sucediera. Incluso si estaba en peligro, pensé que no iba a causar nada en mi.

Estuve jodidamente equivocado.

Mi boca se encontraba seca, mis manos temblando encima de su piel. Nunca había sentido un pánico como ese. Me sentía en una jodida cárcel. En el jodido y mismo infierno.

—¿Estás bien? —le pregunté, mirándola por todas partes.

No habían heridas visibles y aparte del miedo en sus ojos, se encontraba bien. Volví a preguntarle, lamentando la jodida vulnerabilidad y terror que se colaron por mi voz.

Por un momento luché contra el grito que se alojaba en mi garganta y contra las ganas de sacudirla para que reaccionara y me respondiera. Chiara solo me observaba directamente, el iris esmeralda inundado de pánico.

Yo mismo estaba nadando en un mar de pánico viéndola inmóvil con los ojos abiertos de par en par. Joder, joder, joder. Necesitaba llevarla a un hospital, había pensando que podría ser que ella estuviera en estado de shock pero tampoco eliminaba la posibilidad de que se hubiera dado un golpe que la privara de hacer algo más que mirarme.

Mis dedos temblorosos se clavaron más fuerte en su piel y luego ella asintió y creí haber escuchado algo más saliendo de sus labios. No tuve más remedio que ayudarla a levantarse y hacer lo mismo a pesar de que mis rodillas querían doblarse. ¿Qué demonios le pasaba a mi cuerpo? Maldición.

Levanté el rostro, queriendo asegurarme de nuevo de que Chiara estaba bien. Adam apareció, acercándose a envolverla en un abrazo. Un impulso casi asesino arremetió contra mí. Quería matar al jodido imbécil que había dudado un segundo en sacar a Chiara del camino y evitar que se lastimara. Quería romperle cada brazo, hacerlo sufrir. Me importaba una mierda lo sangrientos que eran mis pensamientos. Me. Importaba. Una. Mierda. Así como él le había importado una mierda ayudar a Chiara.

Consideré girarme y partirle la cara, canalizar de alguna manera el torbellino que sacudía mi pecho. Hacerle a entender que si tenía a una chica como Chiara, si tenía el maldito privilegio, tenía que hacer todo lo que fuera necesario para que ella estuviera bien. Y él muy cabrón no la merecía, esa noche había sido la prueba de ello. Finalmente alejé mi impulso en cuanto crucé miradas con Chiara, seguía escrudiñandome, y su rostro estaba tan pálido que ahora en vez de querer asesinar a Adam, quería perseguir al cobarde que había conducido aquel auto y terminar con él. Lo alajé de nuevo porque, no es lo que hubiese querido Chiara y yo no era nadie para decidir por ella.

La odiaba la mayor parte del tiempo, y la otra me preguntaba cómo podía existir una mujer tan brillante, con una mente capaz de conquistar el mundo y tener a quien quisiera sus jodidos pies. Incluso a mí.

Y prefería cualquier cosa, que me odiara a muerte, a que saliera lastimada.

Conduje al departamento de Archer, no estando seguro de qué haría si volvía a ver a Chiara. Había estado tan malditamente aterrado que incluso habría considerado abrazarla y tenerla en mis brazos hasta que alguno de los dos dijera una palabra mordaz que lo mandara todo al carajo. Archer me abrió, sus ojos oscuros y suspicaces centrados en mi.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora