EXTRA #2.

15.7K 1K 386
                                    

(COMPROMISO DE KNOX Y CHIARA)

I've loved you three summers now, honey, but I want 'em all
Can I go where you go?
Can we always be this close forever and ever?
And ah, take me out, and take me home (forever and ever)
You're my, my, my, my
Lover.

Lover, Taylor Swift.

Chiara.

Era verano.

Uno de los tantos que habíamos pasado juntos, pues al crecer íbamos a la misma casa de vacaciones con nuestros padres.

La única diferencia es que en todos esos  lo odié, y ahora lo amaba, y quería hacerlo todo los veranos.

Tenía la vida que tanto había querido desde que comencé a crecer. Knox estaba a mi lado, tomando mi mano mientras caminábamos por el extenso jardín de la villa en la que estábamos celebrando que hubiese empezado a trabajar en la NASA permanentemente y con el puesto que él quería, y además aprovechamos de coordinar para que así también pudiésemos celebrar nuestro aniversario de novios. Ya que teníamos muchas responsabilidades, debíamos aprovechar de hacer todo cuando contábamos con el tiempo libre.

Mi vestido jade acariciaba mi piel y el sol caía sobre nosotros. Knox llevaba unos pantalones beige de lino y una camisa del mismo tono de mi atuendo.

—¿En qué piensas? —me preguntó, dándome un vistazo.

—Es bonito —Miré el atardecer frente a nosotros.

—¿Te refieres a mi o al paisaje? —inquirió con picardía.

—¿Por qué me referiría a ti? —Hice una mueca solo para molestarlo.

Knox ladeó su cabeza, sonriendo, y sus ojos grises azulados brillaron con malicia. Chillé, comenzando a correr con la brisa sobre mi cara, mientras no podía dejar de reírme y él intentaba alcanzarme.

Corrí con más fuerza, pero Knox comenzó a pisarme los talones, y mi risa incrementó, viendo cómo por poco se cayó. Él aprovechó mi distracción para llegar a mi lado, y tomarme por la cintura, levantando mis pies del césped.

—Te atrapé —dijo con una sonrisa.

Me agaché, saliendo de su agarre y comencé a correr de nuevo, con la enorme necesidad de ganar, porque incluso todos nuestros años de relación no habían eliminado el absoluto rastro de competitividad que había en mi.

Knox volvió a alcanzarme y de alguna manera ambos terminamos en el piso, con él cernido sobre mi, el sudor cubriéndome y mi corazón acelerado.

—Perdiste —señaló luciendo tranquilo.

—Me tropecé —mentí—. Que no se te suba el ego a la cabeza, Knox.

Sus ojos se oscurecieron, y su sonrisa se volvió peligrosa al tiempo en que sus labios chocaban contra los míos con un beso. Me tomó con más fuerza de la cintura y pasé mis brazos por sus hombros.

—Te amo —murmuró en cuanto nos quedamos sin aire.

—Te amo —respondí, curvando mis labios.

Knox tomó mi mano; ayudándome a ponerme de pie.

—Vamos adentro, tengo hambre.

—¿Quién de los dos va a cocinar? —repliqué, a su lado.

Él me miró por encima del hombro y aceleró sus pasos.

—No hay mejor chef que yo.

Resoplé.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora