12. El beso.

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Chiara.

Esa noche tendría una cena romántica con Adam, en mi piso. De modo que cuando era casi la hora estaba en la cocina, preparando lo que necesitaría. Sobre todo snacks y una botella de vino, porque él traería comida para llevar.

Por fin había salido de la estresante semana de finales y respirar era más sencillo. Así que llamé a Adam, quien me había estado mandando mensajes todos los días. Honestamente él era encantador, cumpliendo las características que establecí al momento de pensar en el chico perfecto.

Aún no le había hablado a mis padres sobre él, porque quería saber primero hacia qué dirección se dirigía lo nuestro. Aunque a ciencia cierta sabía que saberlo era demasiado apresurado teniendo en consideración lo poco que habíamos podido vernos las últimas semanas. Dos veces como mucho, y todas habían sido citas hermosas y agradables.

Adam no había hecho algún movimiento más allá de darme un beso en el torso de la mano o en la comisura de mis labios una vez, sin embargo, creía que estaba preparada para algo más.

Un beso, no sexo.

Flashbacks atormentaron mi cabeza, y la meneé, intentando alejarlos.

Ojos grisáceos con destellos azules.

Boca entreabierta.

Cabello rubio.

El hombre que odiaba siendo el dueño del cuerpo que me había encendido en llamas.

El timbre me sacó de esa neblina de recuerdos y le doy gracias al mundo por eso, no quería seguir pensando en él, ya había sido suficiente con tener que vivir con los fugaces destellos de aquella vez, antes de dormirme, incluso en mis sueños se había colado.

Adam me recibió con su atractiva presencia. Sus ojos azules calmados como el mar en la orilla, su sonrisa dulce y coqueta, y sus chistes para hacerme sonreír. Todo lo contrario a Knox. Él tenía una tormenta llena de truenos en el gris de su iris, una sonrisa sensual y maliciosa, y una increíble habilidad para hacerme enfurecer.

¿Y yo por qué estoy comparándolos, maldita sea?

—Te traje postre, pie de manzana —dijo, depositando un beso muy cerca de mis labios.

Mi piel hormigueó ante el toque de su mano libre en mi cintura.

—Gracias, Adam —murmuré, era mi postre favorito, al igual que el jugo de manzana lo era, razón por la que nunca dejaba que nadie tocara los que había en mi nevera o despensa—. Pasa.

Adam pasó a mi piso, dando un rápido pero evaluativo vistazo. No encontró a nadie, que era la idea. Me había asegurado de estar completamente sola para invitarlo, Knox había salido hacía una o dos horas.

Adam me esperó y nos sentamos alrededor de la mesita de noche, encima del tapete, porque sentarnos en la mesa del comedor parecía muy formal, cuando venían Char y Violet, nos sentábamos en la sala de estar, así que ya era una costumbre para mi.

—¿Puedo preguntarte algo, Chiara? —inquirió, agarrando los palillos para comer.

Asentí, comiendo de la comida china y disfrutándolo por completo.

—¿No te parece raro vivir con Knox?

Por poco me atraganté.

—No nos topamos nunca, es como tener un roomie, pero sabes que vive contigo porque ves cosas fuera de su sitio o escuchas las llaves antes de dormirte.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora