FINAL.

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Knox.

Si mis pesadillas pudieran ser una maldita frase, sería esa. Ella no merecía llorar, menos por mi. Había jurado nunca hacerla llorar y había fallado como el mismísimo estupido.

Me quedé toda la noche afuera del apartamento de Violet, tenía que hablar con Chiara cuando estuviera sobria y si me iba corría el riesgo de que ella saliera y me evitara. Ya no podía seguir posponiéndolo. Entendía que no quisiera hablar conmigo, sí yo le hubiese dicho que la amaba y ella no respondiera, habría dolido como el carajo.

La puerta se abrió temprano, y salió Violet, seguida de Chiara. La miré intentando no quedarme boquiabierta con el vestido verde largo y pegado que llevaba puesto, y sus rizos recogidos.

—Es temprano, ¿cuando llegaste? —espetó Violet.

Estiré mis piernas, parandome. Siseé con el dolor de mi cuello.

—No me fui —respondí.

Chiara me miró entonces, pestañeando en confusión.

—Estás loco, ¿estuviste aquí toda la noche? —replicó Violet.

—Sí. Chiara...

Violet me interrumpió, haciendo una mueca apenada.

—Tengo un lanzamiento de una marca ahora y es importante que esté allí —explicó—. Lo siento, Knox, pero justo ahora tenemos que irnos.

—Si quieres, puedes venir —fue lo que dijo Chiara, seria.

La observé, sorprendido de que me invitara a ir con ellas, o que me dirigiera la palabra.

—¡Claro! Es una excelente idea, habrá una banda en vivo y todo. Pero vamos, que ya está el taxi abajo.

Chiara se mantuvo alejada de mi, pero en varias ocasiones cruzamos miradas. Lo tomé como una victoria, y las seguí con la boca cerrada. En el taxi, Violet me dijo que me sentara adelante y ellas quedaron atrás. Eche vistazos ocasionales por el espejo del auto, y el cuello de Chiara estaba lleno de manchas rojas, cosa que pasaba cuando estaba nerviosa.

El lanzamiento era una residencia con jardín. Reconocí a varias personas, periodistas, agentes y modelos, y los saludé de lejos. Violet nos dirigió a una mesa vacía y nos dijo que esperáramos ahí. Chiara bebió de una copa con jugo de naranja, y miró hacia los árboles.

Pronto empezó a llegar gente y en poco rato estaba lleno de personas. La banda estaba tocando canciones alegres y todos parecían felices. No Chiara. Sus ojos estaban tristes, y habían bolsas debajo, y no me perdonaría haberla hecho sentir de esa manera.

Era válido lo qué pasó si no sentía lo mismo, pero yo la amaba. Tenía que habérselo dicho porque hacía semanas que sabía que el querer ya no era suficiente cuando tenía que ver con Chiara. Y no podía excusarme diciendo que había sentido miedo, carajo, ella también debió haberlo sentido al momento de confesarlo, y aún así lo hizo, y yo como un puto cobarde no contesté y dejé que ella sacara sus propias conclusiones.

—Ya vengo —murmuré. Chiara arrugó el gesto, siguiéndome con la mirada.

Llegué al escenario, y me acerqué al cantante, explicándole brevemente lo que necesitaba que hiciera. Creyó que era una broma, pero yo hablaba muy en serio. Había hecho algo y necesitaba arreglarlo.

Nunca había tenido pánico escénico. De niño no era tímido, tampoco lo era ahora. Me importaba un carajo lo que los demás pensaran, y tenía suficiente seguridad en mí mismo para que me diera igual si se reían de mi o no. Pero ahora era diferente, tenía a Chiara cerca, confundida.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora