21.

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Knox.

La reunión, o cómo había exagerado en decir Chiara, la "fiesta" terminó a las diez de la noche, porque incluso sabiendo que había logrado enfadarla, no quería enfadar al resto de los vecinos. Mi problema era con Chiara, no con los demás.

Me maldije a mí mismo cuando entró en mi habitación y sintió mi erección así como yo fui consciente de su piel erizada y de sus pezones erguidos, y maldije aún más cuando tuve que salir de allí antes de hacer algo imprudente.

Como todos los días, me desperté a las cuatro y media y tardé media hora en la ducha. Enfurecido, observé mi miembro muy despierto luego de tener un sueño con Chiara, en donde empezábamos gritándonos, rodaaba mi mano en su cabello y la otra en su su garganta y terminábamos follando. Pegué la frente a la pared, poniendo el agua lo más fría que pude, pero el traidor de mi miembro no cooperó. La única maldita solución fue ocuparme de ello, bombeándome con la mano, el placer cubrió mis músculos y terminaciones e hice todo lo humanamente posible para mantener mi mente vacía.

No sirvió de una mierda.

La imaginé a ella, de rodillas, rodeándome con su boca y mirándome con los ojos verdes más impresionantes que existían, su cuerpo desnudo y las marcas rojas de mis manos en su piel. Sus gemidos, su cabello en mi puño y yo empujándome más profundo. Las lágrimas saliendo de sus ojos y la cabeza de mi miembro tocando el inicio de su garganta.

Cerrélos ojos, y continué acariciandome hasta que mi cuerpo no lo soporta más, y me corrí jadeando un nombre.

-Chiara.

Eso estuvo tan jodidamente malo. No debía haberlo hecho, Jesús. Conocía a Chiara desde que nacimos, y nos habíamos detestado desde ese mismo tiempo. Habíamos crecido insultándonos y haciéndonos bromas pesadas, pero nunca me había masturbardo imaginándomela a ella.

Maldición.

Terminé de ducharme y me vestí con prendas deportivas, usando un suéter blanco y unos pantalones del mismo color.Me topé con Chiara en la cocina, sentanda en el taburete, sus pies balanceándose mientras sonreía de oreja a oreja.

Estreché mis ojos, buscando el motivo de su humor, pero no conseguí nada, de forma que le di los buenos días y me puse a hacer mi batido verde.

-Hoy es un día increíble, ¿no crees? -masculló, bebiendo del sorbete del jugo de manzana de cartón.

-Ajá.

Evité mirarla y estaba debatiéndome si era porque un sentimiento de vergüenza casi desconocido para mí llegó, por haberme tocado pensando en ella apreció, o si simplemente continuaba pensando en la conversación que escuché.

Tomé mis llaves del departamento del mesón y caminé hacia la puerta, con la intención de irme a entrenar en el gimnasio en la otra calle, cuando Chiara habló otra vez. Me detuve, observando los labios que habían estado alrededor de mí en mi fantasía.

-Que tengas una muy excelente mañana -Le eché un vistazo por encima del hombro, frunciendo el ceño ante su rato amabilidad.

-Gracias. Tú igual.

Cerré la puerta. ¿Qué carajo le había pasado a Chiara? ¿Sufrió un golpe que hizo que cambiara toda su personalidad y que de repente fuera amable?

Lo pensé en el gimnasio, haciendo mi rutina de pecho y algo seguía sin encajar. Chiara nunca estaba sonriente cuando interactuabamos, y mi intuición o como les diera la gana de llamarlo, me mantenía dudoso. No era tan imbécil para pensar que a ella le nacía ser amable conmigo.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora