2. La filosofia de Char: "De puta madre"

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Chiara.

Unos días más tarde me encontraba en mi lugar favorito. El laboratorio de investigación en dónde hacía mis prácticas. Estar aquí me hacía sentir que pertenecía, que esto era lo mío. Cada semana, cuando era la hora de venir mi corazón se calentaba y el típico olor de los químicos y guantes, me fascinaba.

Me concentré en la reacción que tenía la mezcla enfrente de mi, y en mi libreta escribí cada detalle al pie de la letra.

Además en esta  sala completamente blanca mientras vestía mi bata y mis equipo de protección, podía respirar con tranquilidad, sin tener que estar cerca del torbellino de emociones malas que representaba Knox.

Y es que, si yo le hubiera dicho a la Chiara de hacía dos semanas que su próximo compañero de piso iba a ser Knox, se habría largado a cualquier otro lado con tal de que eso no sucediera.

Muy a mí pesar ya no estaba a tiempo de largarme. Y era porque eso significaba que iba a ser la primera en tirar la toalla y huir, y yo no era de esas.

Mi madre me había dado una lección desde pequeña a la que no le presté tanta atención en ese entonces, hasta que crecí. Ella me dijo que, nosotros no éramos cobardes y que ante cualquier situación complicada, no huíamos, enfrentábamos lo que fuera y nunca, nunca desistíamos. Nunca.

Apliqué el consejo en todo lo que pude, y ahora lo volví a hacer, aunque quizás mi madre lo había dicho para todo, excepto para mi guerra contra Knox. Aun así, lo ponía en práctica.

Si él era amable, yo lo sería. Si el era un dolor en el trasero, yo igual. Si me hacia alguna broma pesada, se la devolvería mil veces peor.

No iba a tratar a nadie mejor de lo que me trataban a mi, y menos a él.

Sin ser demasiado consciente apreté el bolígrafo con fuerza, imaginando la estúpida cara que había puesto en nuestra última conversación, hacía dos días, en donde volvió a llamarme aburrida.

Después de eso nos ignoramos por completo, como si el otro no existiera a pesar de vivir en el mismo piso. Nos evitábamos siempre. Era mejor así, de verdad que lo era.

—Cariño, ¿tienes listas las notas? —preguntó Alba, mi jefa, mientras salía de su pequeña oficina.

Asentí, sacuendiendo la cabeza para sacar la cara de Knox de mis pensamientos.

Alba me miró, esperando a que empezara a explicar lo que había observado y eso hice, hablando con todas las ganas imaginables.

Desde que tuve edad para recordar cosas, que fue desde los doce más o menos, en cuanto miré mi primera clase de química quedé fascinada. Y supe que iba a estudiar algo relacionado con esa rama.

A los dieciséis elegí Ingeniería química industrial.

Y los día que iba a clases, hacía mis prácticas y aprendía más, era cada vez más claro que no me había equivocado.

Era lo mío, sí que lo era.

***

En cuanto la hora de la cena llegó, me dirigí al restaurante italiano en donde me había quedado de ver con Violet y Charlotte.

En el tiempo en que esperábamos que nuestros platos llegaran, me acribillaron con preguntas sobre mi poca coexistencia con Knox, a las que, por lo persuasiva que era Charlotte me hizo responderlas todas.

—Si quizás le contaras todo esto al tío Dante, podría sacar un posible best seller —murmuró Charlotte, comiendo un pan de ajo que había traído el mesero.

El corazón de Knox © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora