Capítulo 9

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"¿A que estás dispuesto por un gran sueño"

GAVI

Me había levantado de un humor bastante más radiante de lo habitual. Y me había dado cuenta de ello simplemente por la sonrisa tonta que se me formaba en la cara porque sí.

Lo primero que hice al despertarme fue mandarle un mensaje a Dani, esperando que estuviese despierta, cosa que fue una decisión insuperable.

Habíamos acabado el entrenamiento hace unos diez minutos. La mayoría seguíamos en los banquillos hablando, los demás estaban cambiándose en el vestuario.

—Ey, Pepi, un poco flojillo hoy ¿no? —bromeé, pellizcándole el brazo a Pedri.

—Tío, creo que nunca he dormido tan mal —dijo sobandose el cuello con una mueca de dolor.

Mi expresión cambió de sentido en menos de un segundo.

Pedri era esa clase de persona que siempre parecía feliz. Siempre era humilde, siempre era el gracioso del grupo, siempre conseguía animar un partido en el peor momento...

Siempre parecía perfecto.

Parecía que follaba todos los días.

Eso solo me hizo pensar en la única razón lógica por la que estuviese así.

Y sonreí como el hijo de puta que era.

—Esto de cero tías está acabando contigo, Pepi.

—Ni una sola bromita, peque, estoy que me faltan las ganas de existir.

—No es mi culpa, tú decidiste que eso iba a cambiar —respondí divertido.

—Sí, porque a estas alturas ya me odia la mitad de la humanidad femenina. No por puro placer.

Era el chico perfecto. Pero en versión mujeriego.

No es que fuera mala persona. Simplemente era una de esas personas que piensa que divertirse no está incluido en el pack del amor. Y elige la pasión de una noche en vez de la de toda una vida.

No lo juzgo, pero creo que sería el chico ideal si dejara de ligar con cualquiera por pura diversión.

De hecho, yo tampoco era un romántico ni nada de eso. Había tenido mis cosas como todo adolescente pero... ¿enamorarme?

Solo lo he intentado una vez, y no salió del todo bien que digamos. Siempre he estado tan centrado en mi carrera que se me ha olvidado que no todo era el fútbol. Sonaba triste pero totalmente cierto.

Al menos lo admitimos, colega.

Miré mi teléfono para ver si me ha escrito Daniela. En la pantalla apareció su nombre con una carita sonrojada. Era tan tierna.

Entré en su chat y acerqué el dedo a el icono de llamada.

Quería llamarla. Escuchar su voz. Si cada día que hablase con ella iba a amanecer tan bien, se podría decir que se había convertido en mi amuleto.

—Ahora vuelvo —le dije a mi amigo antes de encaminarme hacia los vestuarios.

—¡Eso, echa un polvo tú que puedes! —gritó Pedri desde la distancia. No le importó que varios del personal nos empezasen a mirar extraño.

Le di al icono sin más y escuché unos cuantos pitidos. Pero no fue hasta muchos tonos después que no cogió la llamada.

—¡¿Qué?! —gritó desde el otro lado. Alejé un poco el oído del micro cuando el ruido me retumbó en los tímpanos.

Give me your love, darlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora