Capítulo 16

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"La chica del bikini azul"

DANIELA

Primer día en Ibiza.

Desde absolutamente ya.

Acababa de pisar suelo... bueno, no sabía como se decía pero ¡estábamos en Ibiza!

Bajar del avión después de haber dormido solo 30 minutos en todo el día fue toda una liberación.

Al final Gavi y yo nos habíamos entretenido en otras cosas más interesantes —que incluían un poco más de cardio y un poco menos de ropa— y habíamos dejado de lado la opción de descansar bien.

Cosa de la cual no me arrepentía.

¡Dilo reina!

Por suerte, no todos habíamos venido a la pequeña "escapada", tan sólo los chicos, Sira y yo.

Bueno, y el pequeño lastre con melena rubia y cara de zorra.

Ferran cogía la mano de su novia mientras le daba una vuelta para quedarse con un brazo sobre sus hombros. Fue tan bonito que me entraron ganas de sacarles fotos.

Pero claro, para eso ya estaban los tropecientos paparazzi's que se habían cruzado por el camino nada más salir de la zona de equipaje.

Precisamente nuestro vuelo lo habíamos intentado coger el último para evitar estos inconvenientes pero se ve que la luz tenue de la luna no les impedían hacer su trabajo.

Noté como alguien me acariciaba con la mano en la parte baja de mi cintura y me estremecí. Porque reconocí el olor desde el primer instante.

—Tengo unas ganas de tocar la cama —soltó Gavi casi en un suspiro. Y no se si fue por el tonito o por el pequeño apretón que me dio en la cadera, que supe que no estaba hablando de ella precisamente para dormir.

—Estás echo todo un semental, fiera.

Me sacó una sonrisa tan suya.

—Déjame que lo disfrute, mi jardín de las delicias a estado mucho tiempo en sequía —bromeó intentando no mearse delante de las cámaras.

—Te recuerdo que mi jardín de las delicias lleva en sequía durante dieciocho años —recordé algo sonrojada.

—No es lo mismo.

—¿Y eso por qué?

Salimos a la calle para entrar en el autobús que nos llevaba al hotel. Lo primero que captaron mis ojos fueron la expresión amargada de Ana, que sostenía el móvil grabando con poco entusiasmo.

De repente Gavi me pasó, la misma mano que antes estaba en mi cadera, por la parte baja mi espalda. Casi pegada al culo.

—Porque no puedes extrañar algo que nunca has probado.

Yo estaba dispuesta a estrangularlo con mis manos cuando me di cuenta de que era prácticamente imposible.

Y de que su sonrisa se extendía cada vez más cuando se dio cuenta de ello.

—Nos vemos arriba, preciosa.

Después de eso, subió sin más al bus. Dejándome con la mayor fuente de impotencia que había tenido en toda mi vida.

Será cabrón.

***

—Que bueno está esto, tú —exclamó Pedri devorando el plato de carbohidratos que había pedido.

Como no, se había pedido un plato —no, platazo— de pasta carbonara. Se estaba aprovechando de que está semana su nutricionista le había dado carta blanca para devorar todo lo que se le pusiera por delante, con moderación claramente.

Give me your love, darlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora