Capítulo 4

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"Comodidad y Gavi en la misma frase suena raro, pero sensacional"

DANIELA

¿Alguna vez has tenido una sensación de que algo no iba a ser lo mismo después de un determinado momento?

Pues yo sí.

Cuando me doblé el tobillo en la fiesta de graduación de bachillerato y me dolió como nunca antes me había dolido, sabía que mi tobillo no iba a estar como antes. Y que no era normal cojear durante casi un mes.

Bueno pues en ese preciso momento, justo delante de él, a una distancia a la cual nunca me había imaginado que llegaría —más que nada porque creía que nunca me lo volvería a cruzar—, sentía que algo no iba a ser lo mismo.

Ya sería por la forma en la que me quedé mirándolo un poquito más de la cuenta o por el hecho de que ahora podíamos hablar sin tener a una muchedumbre de gente vitoreando su nombre.

Volver a verlo había sido algo tanto inesperado como placentero. Nunca me había cruzado con un chico tan guapo la verdad. Y tenerlo tan cerca era todo un lujo, para que engañarnos.

En cualquier caso, me dirigí hacia la barra y dejé mi mochila justo detrás de ella. Sentía como su mirada me atravesaba la nuca y no sabía que hacer para que dejara de hacerlo.

—Amm... ¿te sirvo algo más? —pregunté como una estupida.

Él me miró intentando procesar que lo había ignorado y había hecho como si, en realidad, no lo conociese.

Pero ¿cómo narices quería que reaccionara?

—En realidad, —se acercó a la barra, ampoyando los antebrazos en ella mientras se agarraba las manos. Miró hacia la única mesa que quedaba donde estaban una pareja dándose el lote y otro tío durmiendo a pierna suelta, antes de mirarme de nuevo y continuar— quería otra cosa.

Sonreí de lado, sin abrir mucho la boca y me arrimé apoyando los codos en la barra. Intentando disimular lo nerviosa que me ponía estar tan cerca de él.

—¿Qué es lo que quieres saber exactamente?

Él se encogió de hombros.

—Solo quiero tener otra charla contigo, hablar de algo estupido mientras tomamos algo en un bar.

—Estamos en un bar —afirmé.

—Yo me refería de día, en horario lectivo. Yo que sé, como si no hubieran bares en Barcelona —bromeó.

Lo miré poco convencida.

—Pues, como ves, ahora mismo estoy un tanto ocupada —pero no le decía que no a una tarde de tapas por la playa— así que mucho no creo que pued-

—Vamos por favor, te quedan 30 minutos muy aburridos a este ritmo. Aprovéchalos bien —me cortó.

Sonreí intentando pensar cuál sería la alternativa que menos aburrida me pareciese pero no la encontré.

No me apetecía quedarme sola en el bar de mi hermano mientras Gavi se iba a pasarla bien. Me apetecía irme, tomarme un cubata y bailar. O bien irme a mi casita y leer el libro que me dejé a medias ayer.

Cualquiera de las dos opciones me valía.

Pero también me apetecía tener compañía. Y no sabía por qué, pero hablar con él no me producía inquietud, sino comodidad. Era raro pero sensacional.

Así que lo miré, suspiré y dije:

—Esta bien, ¿por dónde empezamos?

***

Give me your love, darlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora