Capítulo 26

1.7K 91 4
                                    

"Llevas la camiseta del revés".

DANIELA

Apenas había pisado el suelo del hotel cuando decidí dar media vuelta. Aún tenía la esperanza de encontrarlo por casualidad tumbado en un banco con la botella medio vacía.

A estas alturas lo veía capaz.

Pero después de media hora deambulando en vano decidí volver al edificio.

Me sentía horrible. Sentía que había alejado a Gavi de una manera bastante rastrera solo porque tenía miedo de enamorarme de él, y que eso no le hacía sentir del todo bien, sentía que la chispa con Pablo iba y venía conforme se metía Gavi de por medio, de pensamiento y en cuerpo. Incluso sentía que era mi culpa que Gavi estuviese borracho perdido por una ciudad desconocida.

Eran casi las 3:00 de la mañana cuando llegué a la puerta del hotel.

Cuando salí del ascensor lo último que esperé encontrarme fue a un Gavi desolado tirado en el suelo apoyado en la puerta de su habitación y con las piernas estiradas.

Ni siquiera me había fijado bien si era él. Solo cuando escuché su voz y ese tono ronco de embriaguez lo supe.

—Dani —dijo en forma de saludo.

Paré de caminar de golpe y retrocedí hacia atrás.

Me agaché enseguida en cuanto vi la botella vacía y me tragué las lagrimas que alarmaban por salir.

—¿Estás bien? Por favor, no me digas que te has bebido toda la botella.

—¿Sabes? No deberías de estar taaaan cerca de mí, nunca puedo controlarme cuando te tengo delante.

Intenté mirarlo muy seria cuando soltó una risa por su propia broma.

—Estábamos muy preocupados —renegué.

—¿Tú también?

Me miró tan cerca que entreabrí los labios automáticamente. Ni siquiera lo pensé. Ya no era capaz de controlarlo.

—Estaba preocupada por ti —reconocí.

Algo en sus ojitos cambió y se me encogió el pecho con ternura. Daba igual como estuviese, si con restos de baba en la cara o medio dormido, siempre iba a conseguir entumecerme.

Me levanté y rodeé mi mano alrededor de su brazo para levantarlo.

—Podrías echarme una mano, ¿no? —me quejé intentando levantarlo.

—¿Qué me das a cambio?

Ay por Dios.

Aunque después de decir eso me ayudó a incorporarse. Le pasé su brazo por mi cuello y lo llevé como pude a la habitación. Gracias a los cielos que estaba justo enfrente.

—Se supone que tenías que besarme... —murmuró.

Fruncí el ceño mientras intentaba buscar el interruptor.

—¿Qué?

—En el partido, cuando bajaste a verme. Pensé que ibas a besarme —se explicó juntando de una forma un tanto cómica las palabras que salían por su boca.

Me reí.

—¿Y por qué tendría que hacerlo? Te recuerdo que ya no hacemos esas cosas, por lo menos no por voluntad propia —y sin previo aviso una punzada me recorrió el pecho.

—Pero... ¿por qué? —fruncí el ceño ante su pregunta­.

¿Cómo que por qué?

¿Una botella de whisky te podía ocasionar ese tipo de amnesia?

Give me your love, darlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora