Capítulo 25

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"Un buen pre-entreno"

DANIELA

Ni siquiera sabía a donde iba.

Mis cosas, la maleta y el cargador del móvil estaban en casa de Gavi. A la cual, por motivos obvios, no iba a volver.

En mi cabeza no paraba de repetirse aquella escena. Mi madre y yo habíamos tenido muchas peleas, por desconfianza, porque sí, porque no, pero jamás por el tema de los estudios. Siempre ha sabido que podía conseguir todo lo que me propusiese.

La única cosa que nunca he podido soportar era no ser suficiente. En todos los sentidos de la palabra. No ser suficiente como hija, como estudiante, como ser humano, como amiga, como novia...

Me limpié las lagrimas con brusquedad cuando me di cuenta de por qué estaba llorando.

No podía importarme la opinión de una persona que solo me ha mostrado desvergüenza y mala educación.

Una persona que no le permitía ser felices a sus hijos.

Y aún sabiendo que clase de persona era no pude evitar volver a pensar en ello. Siempre había creído que todo podría conseguirlo yo solita, que no hacía falta nadie más. Y la posibilidad remota de que esa maldita plaza me la aceptaran por relacionarme con la gente con la que me relacionaba me volvía loca.

Porque eso significaba que no lo había conseguido. Que no se habían fijado en el esfuerzo que le había dedicado.

Que en realidad no me lo merecía de verdad.

Y era entrar por mis propios logros o no entrar.

No quería darle más vueltas al tema. Saqué el móvil y miré la hora, las doce y media.

—Joder —farfullé.

Encima tenía un 10% de batería.

Doble joder.

Giré por una esquina y me choqué con algo robusto y alto. Una persona. Se me cayó el móvil al suelo y solté un taco en voz baja.

Me agaché para cogerlo, igual que él. Cuando me tendió el teléfono vi que era Pablo.

—¿Pablo? —fruncí el ceño confusa—. ¿Qué haces aquí?

—Iba a tomar algo, a despejarme supongo. Los chicos siguen de fiesta en el hotel —respondió con las manos en los bolsillos, despreocupado—. ¿No deberías estar con Gavira?

Suspiré agotada.

—¿Puedo apuntarme al plan ese de despejarse? —le pedí.

Él asintió sin preguntar nada al respecto.

Cuando quisimos darnos cuenta estábamos en un parque.

Sí, como los adolescentes de la ESO cuando no sabían a dónde ir.

Llevábamos hablando como tres cuartos de hora sentados en un banco.

—No me esperaba que fuese así, la verdad —reconoció Pablo a mi lado.

—No, ¿verdad? A Gavi le pega más un... emm —intenté buscar la palabra.

—Padre consentidor —terminó por mí.

—Exacto.

Me reí al pensarlo.

—A veces tiene aires de niño mimado —dijo Pablo mientras le daba un bocado a su bocadillo.

Habíamos ido a un bar de la zona para comprarnos algo de cenar, ya que yo no había podido hacerlo.

—Bastantes —reconocí.

Give me your love, darlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora