Capítulo 12

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"Tres son multitud"

DANIELA

Me levanté con una punzada de dolor en la cabeza.

Nunca había bebido como lo hice anoche, de verdad que no. Al principio solo me mojaba los labios con el vino que había traído Sira pero conforme iban pasando las horas, y veía que ella seguía completamente de una pieza, me contagiaba su actitud.

Y yo era una de esas personas que se emborrachaban con una gota de sidra. Literalmente.

Alguien llamó a la puerta de mi habitación, supuse que era mi madre así que ni siquiera me molesté en contestarle. No tenía cuerpo yo para escuchar sus quejas.

De todos modos abrió la puerta y yo metí la cabeza debajo de las sábanas. ¿Donde estaba la eutanasia cuando se necesitaba?

—Tía me quiero morir...

Escuché un leve susurro de mi amiga y me sobresalté. Siempre hacía lo mismo, entraba con la llave que le había dado para emergencias y pasaba como si nada.

—Casi me matas del susto, Carla —dije.

—¿Tú también sientes cómo si te estuviese pasando un camión por encima? —preguntó, desplomándose a un lado de mi cama—. Hazme hueco y nos morimos juntas, si te parece.

Sonreí a pesar de que mover cualquier músculo también me provocaba dolor.

—¿No has hablado con...

—Carla, acabo de resucitar de entre los muertos, pues claro que no. —Sabía que se refería a Gavi, honestamente solo me acordaba de que me acompañó a subir hasta mi casa. Lo demás era historia.

—¿Y por qué no lo llamas? —preguntó con una sonrisita cómplice.

—Porque estará entrenando —defendí.

—Son las 20:30 por Dios, y te aseguro que siendo domingo y sin tener ningún partido de por medio, no estará haciendo nada.

—Bueno lo voy a llamar —accedí, y vi como mi amiga se removía en las sábanas contenta—. Pero déjame que me duche al menos, quiero sentirme una persona cuando hablé con él.

—Como tú quieras...

Me levanté a duras penas de la cama, yendo a por un ibuprofeno a la cocina y a la ducha de cabeza. Ni siquiera me permití el agua caliente, tenía que espabilarme de una vez y esa era la única manera de hacer que mi cuerpo volviese a la vida.

Me quedé un rato en la ducha, sintiendo como las gotas de agua resbalaban por mi pelo y hacía un pequeño recorrido por mi espalda hasta mi culo.

Solo habían dos circunstancias por las que me permitía ducharme con agua fría. La primera era para eliminar la resaca de mi cuerpo, y la segunda para quitarme el calentón.  Y como Gavi no había hecho nada para que estuviese subiéndome por las paredes...

Que, a ver, era virgen, pero no una samaritana.

Me seque y me enrollé el pelo en una toalla, ya vestida.

Vi que Carla seguía durmiendo tan agusto. Y le di con la almohada para despertarla.

—No tienes compasión, hermana.

—Ni tu riñones —dije—. Anda pásame el móvil.

—Oye, mientras dormía se me ha ocurrido una idea mejor que llamarlo —como no—. ¿Porque no vas a verlo a su casa? No dices que una vez te llevo a no sé que de la entrevista.

Give me your love, darlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora