Fastidiar

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Fastidiar: Enfadar, disgustar o ser molesto a alguien. Causar asco o hastío. Aguantarse, sufrir con paciencia algún contratiempo inevitable.

Hacía tanto calor, tanto estúpido calor desde hacía unas semanas… Y es que desde que ella entró a su cuarto en medio de la noche y la tuvo entre sus brazos, la había estado deseando en silencio. Porque no llegó a sentirla del todo suya, y él quería eso y mucho más.

Tantas miradas furibundas que no llegaban a nada, tanto deseo reprimido, tantas noches de verdadero calor. Podría decirse que realmente ella se había convertido en una obsesión. Una dulce y tentadora obsesión que no quería dejar de saborear.

Pero ya no se iba a refrenar por más tiempo, quería tenerla; ya.

Aquella noche se deslizó hasta su habitación en el más completo silencio, asegurándose de que Hanabi no se encontrase con ella. Una vez se estuvo seguro que ella se encontraba acostada, se introdujo sigilosamente en el cuarto de su prima.

A tientas, recorrió el espacio que le separaba de su cama y se apoyó en esta. Su fino oído captó algunos suspiros por parte de ella; notó que estaba durmiendo. Pero no importaba, él se encargaría de despertarla.

En la oscuridad, tanteó su cuerpo entre las sábanas. Estaba tan caliente y suave. Se posicionó encima de ella, y apartando el oscuro cabello que cubría la cara de su prima, rozó sus labios con los de ella, contorneándolos con su lengua.

Ella pareció reaccionar, pero siguió durmiendo tranquilamente. Neji frunció en entrecejo, frustrado. Parece que no le quedaba más opción.

Apartando las sábanas que cubrían su cuerpo, comenzó a manosear por dentro de su camisa de dormir, recorriendo aquellos suaves pechos y la extensión de su vientre. Contorneó su ombligo y sus pezones, y llegó a su parte íntima.

Siguió así un rato. Pero nada, ella no despertaba. Lo intentó nuevamente besando compulsivamente sus labios, tocando partes de ella que nunca había ni rozado, haciéndole cosquillas en las plantas de los pies –cosa que nunca fallaba con nadie, pero parecía que con ella sí-, abriéndole los ojos aún cuando los tenía cerrados, estirándole del pelo…

Pero para fastidio de Neji, nada de aquello le sirvió, y salió del cuarto de Hinata completamente descreído y con ganas de cometer suicidio a la antigua usanza.
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La mañana siguiente, después del almuerzo y de soportar la cara de mala ostia de Neji durante el entrenamiento, Hinata vio como él se sentaba en el suelo, cansado y sudado. Al no haber nadie con ellos, la chica se agachó junto a él, y bajó su cara hasta que estuvo casi a la altura de la de su primo. Con tono divertido, le preguntó:

—¿Te lo pasaste bien intentando despertarme anoche?

La cara de Neji tomó un tono mate, paseando instantáneamente al rojo más fuerte.

Sin decir nada y echándole una mirada de odio, Neji abandonó el cuarto, humillado. A su espalda, dejó a su prima, que casi se estaba ahogando por la risa.

Definitivamente, aquella mujer se las pagaría.

30 ViciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora