Dolor

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Dolor: Sentimiento de pena y congoja.

Cómo una pequeña flor deshojada, aquella vez la descubrió llorando en un rincón, sin querer que nadie la viera. Parecía que una tormenta acabara de asolar su rostro, cubierto de lágrimas; nunca la había visto llorar así. Hinata siempre guardaba sus lágrimas para los momentos en que nadie la veía, pero aquella vez no fue así.

No se atrevía a hablar, pero sus marcas lo delataban todo, y un estudio de sus puntos vitales con mi Byakugan resolvió todas mis dudas; e inflamo nuevas.

¿Por qué?, ¿Por qué tuve que dejar que aquello le pasara? ¿Por qué a ella? Se supone que yo era su protector, que debía estar allí para que nada malo le ocurriese. Sentía la culpa correr por mis venas.

Su padre jamás sabría aquello; ni lo sabría. Se echó a mis brazos, tomándome de la cintura con fuerza; yo simplemente la reconforté, abrazándola con fuerza.

—¿Por qué, Neji-Niisan? —sus lágrimas manchaban la tela de mi camisa—. ¿Por qué?

Callé, no quería obligarla a hablar. Mis puños se cerraron, y mis uñas se clavaron en mis palmas. Ni siquiera noté el dolor. Siguió llorando hasta que se calmó, y cuando observé sus ojos de nuevo, noté que su mirada estaba vacía.

—¿Quién te hizo eso? —pregunté entonces. Mi voz sonaba serena—. ¿Quién fue el maldito, Kiba, Shino, Naruto? Mataré a cualquiera de ellos.

Ella me miró horrorizada y calló un rato; nuevas lágrimas escurrieron por sus lagrimales. No esperaba que me respondería de la manera en que lo hizo.

—Fue padre, de nuevo—ni siquiera tartamudeó cuando habló, simplemente me quedé helado—. Sólo deseo… que él muera.

En los meses venideros, no hablaron más de aquella situación, pero por extraño que parezca, el líder del clan Hyuuga enfermó de un extraño mal. Tosía sangre en las esquinas de la casa, y su debilidad era tal, que quedó convaleciente en su lecho; su lecho de muerte. Nadie pudo descubrir de qué se trataba.

El día de su muerte fue inevitable, y sólo dos personas quedaron en el cementerio al terminar el funeral.

Un hombre y una mujer, tomados de las manos y sonriendo.

—Gracias, Nii-san —habló la figura femenina.

—Haría cualquier cosa por usted, Hinata-sama.

30 ViciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora