Leer

54 13 0
                                    

Leer: Entender o interpretar un texto de determinado modo.

Querido Neji:

Aún hoy, en esta habitación, en este infierno, tengo tiempo para recordarte y echarte de menos. Aún hoy, aún siempre. Mis lágrimas intentan fluir, pero no las dejaré hacerlo, no permitiré que ellas salgan, porque ese no es su destino. Llorar por ti ya no solucionará nada, ni nunca lo hizo. Preguntarme por qué, tampoco.

Por qué a pesar de todo te sigo recordando es algo que no entiendo, el por qué de todo no lo entiendo. Siquiera siento tristeza, no sé que siento, soy mala para expresar lo que siento realmente, no, más bien dicho, descifrarlo. No, definitivamente no soy buena para eso.

A veces me quedo mirando a la pared y pienso: ¿Para qué sirvo, quién soy? La respuesta nunca llega a mí, porque al fin y al cabo no necesita respuesta.

¿Por qué, Nii-san?, ¿Por qué diste tu vida por mi? Yo jamás te lo pedí, yo jamás merecí tu protección. Me pregunto por qué padre te encomendó ser mi protector, ¿Acaso él quería hacerme sufrir viendo como morías, acaso no es suficiente castigo el maltratarme verbalmente, las palizas que me da?

¿Por qué te has marchado Neji, por qué me has dejado sola? Si no es junto a ti no puedo enfrentarme al mundo, no soy nadie. No puedo ver más allá de esa muerte que ha entrado en ti, y sigo queriendo estar contigo; para siempre. Lo siento por Hanabi, pero ¿Recuerdas lo que prometimos? Que incluso en la tumba, íbamos a estar juntos. Yo voy a cumplir esa promesa.

La voy a cumplir porque te amo, porque eres mi todo y lo seguirás siendo hasta el fin de mis días.

Por siempre tuya, Hinata.

Lágrimas se derramaban de las pupilas de Hanabi, que leía la carta todo lo serena que podía mantenerse. No profirió sollozos, las lágrimas siguieron fluyendo mientras miraba el papel manchado con gotas de sangre.

Su hermana seguía tirada en el suelo, con el vientre cortado y algunas vísceras saliendo de él. Se había suicidado ritualmente, con honor. Su mano aún se movía levemente.

Cerrando el puño, arrugó la carta y la tiró contra la pared. El jarrón que adornaba la mesita de noche también salió volando, al igual que la lamparilla y el sifonier con la ropa que había sido de Hinata.

Sentía tanta rabia, tanto desespero… Y pensar que Neji había muerto para protegerla, y ella se había matado de la manera más burda y estúpida pensada.

—¡Y una mierda el honor! —chilló, rompiendo en llanto—. ¡A la mierda todo!

Se arrodilló, llorando. Ya nada tenía solución; había perdido a las dos personas que más amaba en el mundo.

30 ViciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora