Capítulo 28

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La cena transcurrió interesante, entre algunas preguntas de la empresa al inicio, pero luego se tornó en un ambiente más amistoso y era más de cuentos y experiencias. Sin embargo, Rebecca y yo nos manteníamos un poco al margen, hablábamos pero lo justo y necesario.

- Si me disculpan, voy al baño - dije levantándome de mi asiento, ya llevaba varias copas encima así que debía retocar mi maquillaje.

Caminé hasta el baño que se encontraba en la otra punta del restaurante e ingresé a un cubículo, al salir pude notar el efecto del alcohol más claro que antes. Retoqué mi rímel y labial lo mejor que pude y salí del lugar.

Justo al lado se encontraba la puerta al patio trasero y aproveché para tomar aire y disfrutar de la vista. Ordené un martini en la barra y me apoyé en la baranda que daba al mar. La brisa corría por mi rostro y me refrescaba, me había quitado el blazer hace media hora pero el calor no desaparecía de mi cuerpo. La luna brillaba más que nunca y cautivaba mi mirada, hasta que alguien más la atrapó.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó la hermosa rubia a mi lado y sonreí.

- Si, solo tenía calor - sonrió conmigo.

- ¿No será por todos los tragos que llevas? - dijo sarcástica.

- Yo creo que es algo más... - dije echándole una mirada coqueta.

- Ven - dijo luego de mirar a los lados - tú sígueme la corriente.

Nos dirigimos a la mesa en donde se encontraban nuestros padres, durante el camino pude apreciar lo bien que le quedaba el conjunto blanco que traía Rebecca. Al llegar se estaban parando de sus asientos, pero no tenían intención de retirar sus cosas.

- ¿Van a algún lado? - le preguntó la rubia a su madre.

- Al patio, les íbamos a hacer compañía - respondió con una sonrisa mirándome y correspondí tratando de ser amable.

- Con Matilde vamos hasta la casa y volvemos, me duele la cabeza y se ofreció a acompañarme - mi piel se erizó al instante, sabía lo que se venía.

- Oh hija yo voy contigo, no querrás molestar a la señorita.

- No es ninguna molestia - respondí rápidamente y asintió algo dudosa.

- Está bien, cualquier cosa nos avisan - respondió el señor que la acompañaba.

Nos despedimos, tomamos nuestras cosas y salimos del restaurante en silencio.

- ¿En qué vamos? estamos con varias copas encima como para manejar - dije riendo intentando quitar los nervios que sentía.

- Caminando, es a media cuadra - asentí.

El camino transcurrió en silencio, solo el ruido del mar, la música casi inaudible proveniente del restaurante y nuestros tacones al caminar.

Al llegar sacó una llave de su bolso y ágilmente abrió la puerta, ingresamos y volvió a cerrar con llave, aumentando mis nervios. Tomó mi mano y me guió hacia una habitación, deshaciéndose de nuestros bolsos en el camino.

Cerró la puerta y me acorraló contra esta, aprisionando nuestros labios con delicadeza y deseo. Rápidamente los besos subieron de tono y mis manos recorrían su cuerpo, mis labios se dirigieron deseosos a su cuello y deposite besos hasta su mandíbula, hasta que se separó y volvió a degustar mis besos.

Me quitó el blazer en un movimiento rápido y también se deshizo el suyo, entre besos nos dirigimos a una cama y me volteó dejándome caer sentada en esta. Se subió encima de mis piernas y continuó besándome con mis manos en su cintura, acercándola lo más posible a mi.

Me recostó y me quitó el vestido, dejándome en clara desventaja, ya que no llevaba brasier. Me observó por unos segundos con una media sonrisa y me acerqué a ella para retirar su top negro, en un movimiento rápido hice que ella quedase debajo y quité sus pantalones. Ahora si estábamos en igualdad de condiciones.

Volvimos a besarnos y comencé un camino de su boca a sus pechos, guardando cada pequeño detalle y gemido en memoria. Volvió a dejarme debajo e imitó mi acto, pero no se detuvo en mis pechos, comenzó a bajar más hasta que sus manos se posicionaron en la tela restante en mi cuerpo.

- ¿Puedo? - dijo agitada y sonreí.

- Claro que puedes - dije para luego morder mis labios ligeramente.

No tardó ni dos segundos en deshacerse de mi última prenda y sumergirse en mi, causándome suspiros y gemidos que intenté contener pero fue en vano. Mis manos hicieron presión en las sábanas y cuando alcancé mi máximo punto de placer, llevé mi mano derecha a su mandíbula y la atraje hacia mi rostro para degustar nuevamente sus besos.

Invertí los lugares y me senté sobre sus muslos para observarla. Es perfecta, ya lo sabía pero ahora incluso más. La delicadeza de su piel, su cuerpo desnudo adornado de un par de lunares, sus curvas... todo de ella me encanta.

Noté que con su mirada me suplicaba, así que no tardé en hacer con ella lo que poco antes había hecho conmigo, provocándole lo que para mi era música para mis odios.

Cuando noté que era suficiente elevé mi rostro depositando besos por todo su cuerpo hasta llegar a su rostro, y recostarme a su lado.

Parecía que iba a hablar hasta que un teléfono que se encontraba en el suelo comenzó a sonar, considerando que el mío quedó en mi bolso supuse que se trataba del suyo.

Se levantó con una de las sábanas cubriendo su cuerpo y atendió el llamado intentando regular su voz.

- ¿Si? - dijo ella mirándome con una sonrisa, un poco avergonzada.

-...

- Sisi ya vamos, es que nos quedamos hablando y se nos pasó el tiempo.

-...

- Adiós - dejó el teléfono sobre la cama y acercó a mi para depositar un suave beso en mis labios.

- Debemos irnos - dijo al separarse y asentí.

Nos vestimos entre miradas cómplices y nos apresuramos a llegar al restaurante, habíamos tardado más de lo que pensaba, pero sin dudas valió la pena...

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora