Capitulo 41

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Me remuevo intentando buscar una posición más cómoda, pero los brazos de la rubia me impiden moverme.

- ¿Estás bien? - pregunta adormecida, eran las 5:10 am.

- Si, solo necesito ir al baño - ella asiente y se da la vuelta para seguir durmiendo.

Me levanto y prendo la luz del baño a medida que cierro la puerta. Me miro al espejo sin creer lo que está pasando. Caí en sus brazos, ella cayó en los míos. En unas horas tocaba levantarnos y volver al internado.

Este tiempo pasamos juntas en la bañera, cama, sauna, etc. Fue el mejor fin de semana de mi vida. Honestamente, no creo que ningún otro lo supere.

Pero tengo miedo. Miedo de que cuando volvamos las cosas ya no sean así, que ella vuelva a alejarse y decirme que esto debe de terminar. Por más contenta que esté, esta inseguridad está presente conmigo, ya que hemos hecho de todo menos hablar de lo que nos pasa.

Ojalá fuese fácil hablar. Expresarme bien nunca fue mi fuerte, seguramente es causado por la cantidad de veces que mis padres me mandaban a callar antes de poder expresarme, o por las burlas recibidas cuando si lograba hacerlo.

Rebecca en cambio, parece ser una persona que no tiene filtro, pero a la hora de decir lo que realmente siente parece quedarse sin palabras. No es ningún misterio que la rubia es la persona más reservada que existe. Apenas se algo de su vida, y lo que sé, lo he descubierto por pura casualidad.

Pero hay algo de lo que si estoy segura, y es que no quiero que se aleje, no esta vez. Sus brazos me dieron el calor que siempre quise tener, y la verdad que su cuerpo es algo de lo que jamás me cansaré de admirar. Es hermosa en todos los sentidos posibles, y me siento afortunada de poder tenerla, pero quiero que esto dure mas que solo un fin de semana.

Dos golpes suenan en la puerta y la abro enseguida.

- Ven, debes de descansar, en unas horas nos vamos - dice y asiento tomando su mano, la observo caminar. Lleva una remera corta y su ropa interior de encaje, incluso cuando debería de aparentar estar súper dormida, luce hermosa.

Nos acostamos y enredamos nuestras piernas, nuestras frentes se juntan y mis brazos pasan por encima de sus hombros, mientras los suyos abrazan mi cintura.




























- Pero miren quien apareció - dice el ojiazul con una cara curiosa.

- Que habrás estado haciendo... - ahora responde su novia haciendo que todos rían, menos yo claro, que se perfectamente lo que estuve haciendo.

- Pervertidos - digo con mis mejillas pintadas de rojo haciendo que vuelvan a reír. La realidad es que si estuve haciendo cosas, pero bueno, eso es algo que ellos jamás van a saber.

- Anne dice que extraña tus mimos por las noches Matilde -habla de nuevo Josh mientras levanta las cejas, por lo cual la pelinegra procede a pegarle en su hombro haciendo que se queje, ese golpe me dolió hasta a mi.

- Cállate, idiota - el obedece y se esconde detrás de su novia, haciendo que reprima una sonrisa, es tan tonto que me da ternura - ¿qué fuiste a hacer de todos modos?

Me fui sin avisarles nada en particular, fueron ellos quienes me escribieron el por qué no aparecía.

- Unos negocios, nada importante.

- Ay ojo, nada importante para la chica empresaria - se burla la morena haciendo que la mire seria, el día de hoy estoy irritada - oops, parece que alguien se levantó con el pie izquierdo.

- Amor... no digas eso, me da vergüenza cuando hablas como mi abuela - responde su novio y todos reímos a carcajadas, el siempre la molesta porque suele usar frases extrañas, las cuales no encajan para nada con su personalidad.


















Con Josh intercambiamos varias miradas nerviosas en medio de la clase, la rubia había decidido poner un examen sorpresa hoy y la verdad es que nadie tenía idea de nada. Lo hizo porque como tuvo que ausentarse, se suponía que cada cual iba a estudiar por su cuenta; pero claro, yo también me había ausentado y la maldita no me dijo nada.

Además, tuve que esconder la nota que me dejó en la hoja diciendo que vaya a su oficina después de clases. Casi que Josh me descubre, pero no ha preguntado nada así que supongo que no vió.

Abro la puerta sin avisar y ella no se sobresalta, es como si todo lo tuviese perfectamente calculado. Pero el hecho de que estaba parada terminándose un vaso de whiskey me hace saber que no era así.

- ¿Se le olvidaron los modales que no sabe tocar la puerta?

- ¿Y a usted las reglas que está tomando alcohol en la institución?

Ella ríe y toma asiento en un sillón que tenía cerca, se cruza de piernas y me mira con un porte serio y demandante.

- Las reglas no aplican para mi, ¿no te parece? - sé muy bien lo que insinúa con ese comentario.

No puedo evitar acercarme, mi deseo solo crece al verla tan superior e inalcanzable, aunque ya la había tenido entre mis brazos horas antes. Las cosas se sienten distintas ahora.

- Acércate más - me ordena y se mueve para dejarme un pequeño espacio en el sillón, obligándome a quedar muy cerca de ella.

Esta cercanía era la que mantenía viva de cierta manera, era la única cosa en la que podía sentir algo más allá de neutralidad. Ella me sacaba de mis pensamientos, siempre tuvo ese poder sobre mi.

Observe sus ojos por un tiempo, los cuales miraban mis labios descaradamente, hasta que no pude resistirme más y los uní con los suyos, cosa que hice estos últimos días de muchas maneras distintas.

- Deberías de controlarte más - dice sobre mis labios y sonrío.

- Sin embargo, la que me cita eres tú - digo porque se que le molesta el que la rete de esta manera.

- ¿Y te piensas que es para que me beses? - ahora se aleja un poco.

- Siendo que tú me correspondes, creo que si, es para eso - ella se acerca, cierro los ojos pensando que me va a besar pero se levanta y se dirige a su escritorio.

Imito su acto y me siento frente a ella, mirándola divertida.

- Estos papeles te corresponden, debes leerlos, te recomiendo un abogado para poder entenderlos mejor. Cuando termines con ello dime que piensas y veremos si firmarlos o no - estiro mi mano, los tomo y les doy una mirada rápida.

- Está bien, ¿algo más? - pregunto mientas me levanto del asiento lista para irme.

- Si, te espero en tres horas en mi habitación. Y que no te vean - asiento y me retiro sin decir más, si así lo quiere, así será.

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora