Capítulo 39

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Me dirigía hacia el gimnasio, si, el gimnasio. Las últimas horas de la tarde se me hacían solitarias, y para matar el tiempo decidí anotarme hace un par de días.

El reloj marca 9:00 p.m. y agradezco que el lugar esté abierto las 24 horas del día, aunque en este horario nadie entrena.

Me adentré en el lugar y en cuestión de segundos ubiqué a Josh, quien había aceptado acompañarme solo por esta vez ya que jamás había venido.

- Hasta que llegas - dice y me abraza - ¿estás lista para tu primer día?

- Uf si, ¡no sabes cuanto! - dije sarcásticamente y rió ante mi falso entusiasmo.

El ojiazul tomó mi teléfono para revisar la rutina que un profesor me había asignado cuando decidí anotarme y la analizó detenidamente.

- Bien, ven, te voy a enseñar cómo hacer las cosas y más vale que te las acuerdes, porque no pienso volver a venir a esta hora nunca más - asentí riendo y lo seguí.

Solo habían dos personas más entrenando y estaban muy metidos en su mundo, lo que me generó la confianza suficiente como para hacer las cosas sin avergonzarme, y sorprendentemente, no estaba tan difícil como pensaba.

Al cabo de una hora y media ya estaba camino a mi habitación, caminando pesadamente, cuando sentí mi teléfono vibrar reiteradamente.

- ¿Hola? - dije atendiendo un llamado que ni llegué a ver de quién era.

- Hija, ¿cómo estás? Lamento haberte llamado tan tarde, ¿estabas despierta? - era mamá, continué mi camino hacia la habitación.

- Hola, todo bien, aún estaba despierta.

- Bien, te llamo para decirte que mañana temprano sales del instituto porque debes irte a otra ciudad ya que tienes una reunión para firmar unos papeles.

- ¿Para qué? Y, ¿no se te ocurrió avisarme antes?

- Para el negocio, ya sabes, y perdón por no avisar antes, el cliente nos acaba de confirmar. Pasarás una noche fuera así que asegúrate de llevarte suficiente ropa y que sea decente.

- Está bien pero, ¿a qué hora tengo que salir? - dije abriendo la puerta.

- 8 am, enviaremos un auto a por ti - genial, ni se dignan por venir a buscarme.

- ¿Algo más?

- Eso es todo, gracias por entender, hasta luego.

- Adiós - colgué.

Me metí a la ducha y me di un largo baño reconfortante, mañana sería un largo día...





Desperté 6:45 am y me decidí por darme una ducha de agua fría rápida para despertarme y joder, me dolían todos los músculos de mi cuerpo.

Me vestí, con un pantalón de vestir beige y una blusa ajustada blanca que combina con unas sandalias del mismo color. Apronté una maleta (de las pequeñas, claro) y adorné mi cara con un poco de corrector, rímel y un labial suave para disimular mi falta de sueño.

Tomé mis cosas y me dirigí hacia la administración para avisar de mi salida, luego fui al estacionamiento y tomé asiento en un banco que había allí, ya que aún quedaban 20 minutos para las 8.

Luego de unos minutos, una figura a mi derecha me sacó de mi trance con la música en mis auriculares.

- Buenos días - me dijo la rubia mirándome desde arriba - levántate que ya es hora de salir.

- Buenos días, - la observé confundida, iba vestida elegante como siempre y observé que también llevaba una maleta, junto con una cartera y las llaves de su auto en su mano derecha - disculpa pero mis padres enviaron a un auto para recogerme.

- Lo sé, ya lo cancelaron, les dije que vendrías conmigo - dijo para mirar la hora en un delicado reloj de plata en su muñeca - ahora vámonos que llegaremos tarde.

Me levanté y la seguí hacia su auto, tomó las maletas y las cargó en el baúl. Luego rodeó el auto para abrirme la puerta del copiloto.

- ¿Dónde está Rebecca? A esta mujer considerada yo no la conozco - me burlé y blanqueó los ojos.

- Cállate - dijo riendo - tan mala no soy - la miré conteniendo una carcajada.

- Si tú dices - dije levantando los hombros - me miró con cara de asesina - ya... era broma - rió.

Comenzamos el camino en silencio, hasta que si madre llamó y ella atendió en altavoz.

- ¡Buenos días Rebe! - dice su madre del otro lado de la línea muy contenta, y la miré burlona, "Rebe" es un apodo muy tierno como para ella.

- Buenos días mamá, Matilde también está aquí escuchando.

- Que bueno que ya se encuentren juntas, ¡buenos días a ti también! - me saludó alegremente y me causó una pequeña risa.

- Buenos días Sra White - respondí.

- Puedes llamarme por mi nombre querida, es Suzanne por si no te acordabas.

- Buenos días Suzanne - escuché la risa de su madre y miré a Rebecca, que no estaba disfrutando nada de la situación.

- ¿Por qué llamaste mamá?

- Para avisarte, o avisarles más bien, que ya hicimos la reserva en el hotel y las reuniones serán allí mismo en el lobby, te acabo de mandar la ubicación del lugar.

- Está bien, ¿algo más?

- Ah, si.. - dijo con un tono extraño.

- Ay no, ¿ahora qué?

- El hotel es lujoso pero es pequeño, y ya que avisamos hace tan sólo dos días, solo pudieron conseguir una habitación, deberán de compartirla - hace una pausa - lo siento mucho, espero no sea un problema - dice apenada.

- No te preocupes, no es problema - digo a modo de tranquilizarla, pero la verdad que si era un problema para mi salud mental, un gran problema.

Nos despedimos y finalizó la llamada, hablamos de un par de cosas de la empresa y luego me quedé dormida en algún punto de la conversación, para ese entonces ya apenas daba respuestas, el cansancio me estaba matando.

Sentí algo frió y húmedo en mi brazo, haciendo que me despierte.

- Toma - dijo la rubia extendiendo un vaso de café helado - es para que te despiertes un poco, ya estamos a 20 minutos de llegar.

- Gracias - dije apenas abriendo los ojos y tapando un bostezo con la mano que tenía libre, ella rió.

- También compré medialunas, no sabía si preferías dulces o saladas así que te traje de las dos.

- Gracias - asintió con una sonrisa - por cierto, ¿qué hora es? - llevó la vista a su teléfono y respondió.

- 11:30.

- Joder - me sobresalté y me acomodé en el asiento - básicamente dormí todo el camino.

- Ajá - dijo riendo.

- Lamento dejarte sola, la habrás pasado terrible sin mi consciente compañía.

- Tus ronquidos me mantuvieron entretenida- dijo divertida y abrí los ojos en exceso, pude sentir mi cara convertirse en un tomate. Largó una carcajada y confesó - era broma, no roncas.

- Ya sabía - dije tomando una buena bocanada de aire para quitar el rojo de mi rostro.

- Deberías de haber visto tu cara, fue excelente.

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora