Capítulo 32

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En cuanto llegué a mi habitación me duché y coloqué ropa más cómoda, para ser más específica, mi pijama. El uniforme ya me estaba comenzando a molestar.

Tomo asiento en mi cama, lista para dormir, pero se escuchan dos golpes en mi puerta. Seguro sean los chicos. Me levanto con pereza y sin checar antes, abro la puerta, encontrándome con alguien que no esperaba ver.

- Jessica - digo mientras corroboro que no haya nadie en los pasillos.

- ¿Puedo pasar? - me pregunta y me lo cuestiono, pero termino asintiendo no muy convencida.

- ¿A qué se debe tu visita? ¿sucede algo? - pregunto mientras me siento en mi cama e intento aparentar tranquilidad.

- Permiso - dice antes de tomar la silla de mi escritorio y colocarla frente a mi, para luego sentarse en ésta - Ahora si, ¿te molesta si hablamos?

- Para nada.

- No me gusta como dejamos las cosas la última vez. Lamento haberte tomado por sorpresa.

- Bueno, la verdad si me sorprendió - dije y reímos.

- Es que... no sabía cómo decirte lo que me pasaba.

- ¿Y qué es lo que te pasa exactamente? Porque sigues sin decirme - a ver, tonta no soy, pero un beso no explica todo.

- Me atraes, mucho - dice para mirarme profundamente e inclinarse hacia a mi - el verte con aquel chico me provocó celos.

Mi mente se desconectó por unos segundos, procesando cómo pudo haber llegado a sentir eso. Para cuando volví a la realidad, mis ojos estaban inconscientemente en sus labios y ella se encontraba a milímetros de mi rostro.

Me tomó por la nuca y me atrajo hacia ella completamente, comenzó a besarme con deseo y no supe qué hacer.

Jessica es posiblemente una de las mujeres más bellas que conozca, pero, ahora mismo alguien más ocupa mi mente.

- Ey - digo separándola de mi - perdóname si te di una impresión equivocada, pero te veo de una manera amistosa.

Escuchar esas palabras debe ser tan doloroso como decirlo, cortarle la ilusión a alguien es horrible. Sin embargo, prefiero aclarar las cosas y ser sincera a que fingir.

- Perdóname a mi, no te molesto más - esta última frase me desconcertó, jamás dije que fuese una molestia.

- Espera Jessica - digo tratando de frenarla pero ya era muy tarde, se había marchado de mi habitación.

Suspiro y tomo mi teléfono del escritorio, primero me fijo en la hora, dos horas y medias ya habían pasado. Luego noto que tengo un mensaje de Rebecca "ven a mi habitación en media hora", lo había enviado hace 5 minutos.

Comienzo a alistarme, de pijama no pensaba caer. Me coloco un leve maquillaje y me dirijo a la habitación de la rubia.

- Adelante - me dice con una media sonrisa pero con un brillo extraño en sus ojos - siéntate - me ofrece y como siempre, hago caso.

Observo como cierra con llave y rodea la mesita que se encuentra frente al sofá para sentarse a mi lado. Se acomoda, me mira y no aguanto un segundo más para besarla.

Me corresponde suave y tiernamente. Mi mano derecha viajaba su cuello y la atraigo más a mi. Sus manos comienzan a hacer caricias en mi espalda y cabello, relajando mi cuerpo y haciendo que mis pensamientos queden a un lado.

Pasaron un par de minutos en lo que todo se mantenía de la misma manera, entre besos y caricias. Así que tome la valentía de colocarme sobre sus piernas, pero al comenzar un camino de besos hasta su cuello, me detiene.

- ¿Sucede algo? - pregunto regulando mi respiración.

- Si - hace una pausa y me devuelvo a mi lugar, mirándola con atención - esto debe terminar.

Escuchar esas tres palabras hizo que me quedase en blanco, ¿ahora qué pasó?

- Pero... ¿por qué? - pregunto confundida.

- Eso no importa, pero debes mantener silencio y nadie debe saber sobre lo sucedido.

- Creo que me merezco una explicación - digo aturdida y su mirada cambia, de vuelve más fría, penetrante y dolorosa.

- No tengo por qué explicarte nada - dice con una frialdad impresionante, haciendo que me confunda aun más, pero me doy cuenta que no vale la pena seguir insistiendo.

- Muy bien entonces - digo mientras me levanto y abro la puerta para dedicarle una última mirada - adiós - y junto con esa despedida, le regalo un portazo.

Cuando nadie ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora