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Adeline Targaryen.

Quise preguntarle a Helaena sobre el significado de aquellas palabras que me había dicho Aemond, pero no recordaba la pronunciación y no quería parecer una tonta. Aegon se reiría de mi y no estaba dispuesta a aceptarlo.

Me puse a leer aquellos libros que me había robado de la biblioteca con  Sir Harwin y di un respingo cuando la señorita Margaret entró con una sonrisa. Me había vuelto su amiga últimamente.

—Pastel de Zanahoria para la princesa — sonreí —Lo hice solo para usted y por órdenes del principe Aemond le traje duraznos y fresas.

Arrugue mis cejas ¿ Cómo sabía lo de las fresas? Solo había comido durazno aquella noche.

—Gracias Lady Margaret, es muy amable — solté el libro —Espero que no le haya causado problemas con la reina.

—La reina no va a enterarse — sonrío —He permanecido mucho tiempo en este lugar, estuve aquí cuando el rey Viserys y la reina Aemma se casaron, cuando la reina tuvo a su primogénita. Se como escaparme de Alicent.

Me eche a reír y me miro fascinada.

— ¿ Puedo darle un consejo?

—Adelante, se nota que es muy sabia—mordí aquel pastel con emoción.

—Usted es una niña muy hermosa — sonreí —La Fortaleza Roja puede llegar a ser un lugar muy cruel. Tenga cuidado y siempre mantenga esa sonrisa e inocencia que la acompañan.

Se reverencio y salió de mi habitación. ¿ La Fortaleza Roja un lugar cruel? Lugares crueles eran en los que vivía antes. Yo consideraba que la Fortaleza era el lugar más seguro para mi.

Sonreí cuando escuche un rugido de dragón y abrí la ventana para ver mejor a Vhagar. Salí de mi habitación y corrí al hacia el balcón al final del pasillo.

—¡ Después te llevare conmigo! — Aemond grito y agite mi mano para saludarlo.

Tal vez le parecía patética, pero no iba a cambiar por el ni por nadie.

—Yo también puedo llevarte — me tense al escuchar la voz de Aegon detrás de mi. Sentí mi piel de gallina cuando poso una mano en mi hombro y la alejo como si yo quemara —Lo siento, se me olvidó.

—La mayoría ha cicatrizado — me voltee para mirarlo —¿ Qué haces aquí? Se supone que deberías estar entrenando.

—Ah, ahora me espías — sonrío de manera pícara —En realidad estaba volviendo de una casa del placer, pero pasé la noche aburrido.

—Ya quisieras que te espiara. Solo soy observadora — me encogí de hombros —No respondiste mi pregunta de llevarme a una casa del placer.

—No lo voy a hacer —nego —Estás muy chiquita.

Rode los ojos.

—¿ Me llevarías cuando este más grande?

—No.

—Aburrido — chiste mi lengua.

—¿ Por qué volverías a esos lugares? —susurro y se acerco un poco más a mi —¿ No te dan asco?

LA GUERRA DE DOS REINAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora