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Adeline Targaryen.

Me desperté en el medio de aquellos dos hermanos y sonreí. De pronto me entró curiosidad por ver que era lo que había debajo del parche de Aemond. Tal vez una cuenca vacía o algo más, tomo mis manos cuando intente mover su parche.

—No—dijo firme—No vas a verlo.

—¿ No confías en mí?

—No me manipules, Adeline.

—No estoy manipulandote, solo quiero...

—Ya te dije que no—solto mis manos —Despierta a Aegon, debemos irnos.

Asentí y deje que saliera de la cama, cuando salió de la habitación me voltee mirando a Aegon que seguía profundamente dormido, pasé mis manos por su cabello con delicadeza y comencé a darle besos por toda la frente.

—Buenos días—susurre en su oído.

—Despiértame así todos los días y moriré feliz —se removió —Ahora déjame dormir un poco más y quédate conmigo.

—Tenemos que irnos, perezoso.

—No, Arelys es insoportable—susurro.

—Es la madre de tu futuro hijo y tenemos que irnos.

Se levantó de la cama y se puso sus botas con una gran sonrisa mientras me miraba. 

-Deja de presionarlo, sonrió-Le cuesta abrirse con las personas y supongo que no quiere  que veas ese lado de él.


—Feliz onomástico—sonreí al escuchar la voz de Aegon y senti que me estaba besando todo el rostro.

Abrí mis ojos y extendí mi mano hacia mi otro peliblanco que tenia esa sonrisa de medio lado tan atractiva.

—Tengo un regalo para ti—se sento a su lado y me incline para verlo mejor.

Abrace a Aegon a lo cual este enterró la cara en mis pechos.

—¿Qué es?—interrogue viendo la pequeña caja que tenia en sus manos.

—Es un anillo bañado en oro con un zafiro incrustado en el medio.

—Fue idea mía—comento Aegon quien seguía tratando de morder mis pechos—Así tendrás una parte de nosotros a donde quiera que vayas.

—¿ Un zafiro? —mire a Aemond.

—El oro es por Sunfire que es dorado y el zafiro es como este que tengo aquí—se quito el parche y pude ver una joya azul reluciente en donde debería estar su ojo.

Aparte a Aegon ligeramente y me acerque hasta él de rodillas en la cama para tocar aquella cicatriz con la yema de mis dedos.

—Es hermoso—alterne mi viste entre sus labios y el zafiro.

Sentí que me coloco el anillo, pero no dejaba de mirarlo y lo besé sin contenerme pasando las piernas al otro lado para sentarme en su regazo.

—¡ No coman en frente de los pobres!

Me eche a reír cuando Aegon nos lanzó una almohada y le extendí la mano.

—Ven aquí.

Me deshice entre ellos mientras los dos me daban caricias y sonrisas coquetas.

LA GUERRA DE DOS REINAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora