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Aemond.

Di un respingo al escuchar el rugido de un dragón y me asome al balcón.

Silverwimg.

¿Qué estaba haciendo aquí?

—¿Qué sucede?—Cassandra se levantó y negué.

—Nada.

Salí de mi habitación y me fui hacia los primeros pasillos donde casi nadie transitaba por las noches. Sabía que estaba en la habitación de mi hermano y si quería verla tendría que sorprenderla por los pasadizos. Entre en ellos y tome una de las antorchas.

Me pose frente a la pared  de la habitación de Aegon y espere a que saliera de ahí. Tal y como pensé, minutos después salió con mucho cuidado y analizando a mi hermano antes de cerrar la puerta. Di un respingo cuando la tomé de la cintura y la pegue a mi pecho.

Era increíble como mi cuerpo y mi alma reaccionaban a su cercanía.

—Eres tú—suspiro aliviada—¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Vi a Silverwing—explique y tome entre mis dedos la trenza perfectamente hecha—¿Qué haces aquí?

—Debo irme—intento apartar mis manos de su hombro pero negué y la voltee  quedando en su espalda—Vine a acompañarlo en su dolor.

Dio un respingo escandaloso cuando pose mis manos en su abdomen y la mire confundido.

—¿Qué sucede?—parecía temerosa de mí contacto.

Aparto mis manos ligeramente de su estómago—Nada, solo me lastime en uno de los entrenamientos.

—Déjame ver—intente quitarle aquel traje y se aparto—Sabes que amo tus cicatrices como si fueran mías, una más no cambiará nada.

—No—su mirada se veía oscura y desafiante bajo la luz de las antorchas.

—Adeline...

Me queje cuando me pateo en mi entrepierna y salio corriendo.

—¡Maldita bastarda!—masculle y escuche su risa a lo lejos.

Me las iba a pagar.


Los entrenamientos eran aburridos sin Aegon y Cole por lo que me encerraba por horas en la biblioteca. Decidí que pasaría más tiempo con Helaena antes de que se fuera a Dorne y solo pudiera verla pocas veces al año.

Mi matrimonio con Cassandra era inexistente. Me daba igual su presencia. Ella hacía un intento, pero yo la ignoraba.

Mi hermano había vuelto a sus andanzas de beber vino y encerrarse todo el día en sus aposentos. Mi padre me había comentado que entendía su dolor mejor que nadie y que el proceso de superar algo como aquello era difícil.

Daeron iba de visita durante cada cierto tiempo para pasar tiempo con mi madre. Salía a volar todas las noches y cuando no lo hacía ayudaba a mi padre con su maqueta.

Aunque siempre era evidente su favoritismo hacia Rhaenyra desde años atrás hacia un un esfuerzo por pasar tiempo con nosotros, pero seguía sospechando que de los cinco Nyra y Hel eran sus favoritas.

LA GUERRA DE DOS REINAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora