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La noticia de que los príncipes habían huido no fue buena para ningún integrante de la familia. Alicent y Rhaenyra se mantenían en silencio mientras Daemon le gritaba a los guardias, en especial a sir Harwin.

—¡Déjalo en paz!—la heredera lo miro—¡No tiene nada que ver con esto!

—¿¡Cómo lo sabes!?—espeto—Solo lo defiendes para que no me desquite con él.

Rhaenyra negó y salió del salón con Daemon gritando detrás de ella. Jacaerys cerró sus ojos sabiendo que en algún momento el Canalla saldría con Caraxes para no volver en mucho tiempo. Era lo que pasaba cada vez que discutían cuando y su madre lo echaba como a un perro.

Alicent había estado en completo silencio evitando la mirada de su padre a toda costa. Sabía quién era Otto Hightower y las cosas que haría para conseguir lo que se proponía.

—Su majestad.

Sir Arryk entró al salón llamando la atención de los presentes.

—¿Qué ha sucedido, sir?—evitaba llamarlo por su nombre al no poder diferenciarlo de su gemelo.

—Se ha presentado una incomoda situación en la habitación del príncipe Aemond.

Iré en un momento—respondió—Gracias por informarme, sir.

—Es urgente su majestad...

El grito de una mujer alertó a todos. La reina corrió en busca del origen de aquellos gritos pensando en su hija.

—¡Helaena!

Jacaerys siguió a la reina pensando en su madre. Cuando llegaron a la puerta de la habitación de Aemond, Alicent se apoyo del marco de aquella puerta al ver a la mujer frente a ella.

—Esta muerta—susurro su hija a los pies de la cama con la cabeza metida entre las rodillas mientras se mecía hecha un ovillo—Venía por mi hermano y la encontré. Creo que se...ha quitado...la vida...

Alicent reacciono y se acerco hasta su hija para ayudarla a levantarse. Evito mirar de más el cuerpo tendido en la cama y salió del lugar mientras consolaba a Helaena.

Apoyaba a sus hijos y la locura que estaban haciendo, pero estaba segura de que Cassandra Baratheon había sido asesinada. Aunque la escena se veía como si ella misma hubiera decidido acabar con su vida.

—Que las hermanas silenciosas se encarguen del cuerpomurmuró a su dama de compañía—Y envía a un maestre a la habitación de Helaena.

—Madre—la princesa sollozaba y temblaba del miedo.

—Esta bien, esta bien—susurraba acariciando su cabello—Son cosas que pasan, cariño.

LA GUERRA DE DOS REINAS. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora