―¿Qué pasa, hija? ―me preguntó Izumi onesan después de verme cómo es que temblé de pies a cabeza.
―No lo sé, de pronto me dieron escalofríos ―argumenté de vuelta.
―Seguro que alguien está hablando de ti ―se burló la más pequeña del grupo. Abrí los ojos con hastío.
―En fin, ¿qué es lo que quieres cenar hoy? ―preguntó la onesan ―. Después del ensayo vendremos contigo.
Medité un poco mi respuesta ―. Ehh... ¿y la dieta?
Las demás chicas miraron a la mayor. Ya estábamos acostumbradas a las rigurosas dietas que la industría nos pedía que hiciéramos. Lastimosamente, ahora que yo estaba postrada en una silla de ruedas o unas muletillas, y ya no tendría la misma rutina deportiva que solía hacer. Por los menos en los siguientes dos meses tendría que usar esas cosas. Y posterior a eso, tenía que ir a rehabilitación.
Así que, me han dado una dieta especial para no tener que subir de peso.
―A tomar por culo la dieta, hoy comeremos como queramos ―sentenció la mayor.
Yo era la líder del grupo sí, pero solo para cosas en donde tuviéramos que estar en público, fuera de ello, le daba la batuta a Izumi onesan por ser la mayor. Es por eso que, me quedé mirando a las chicas, quienes pedían a gritos que accediera. Solo tomando en cuenta mi decisión es que ellas harían las cosas.
Entonces, eso hicimos. Tras haber asentido, las chicas chillaron de emoción. Izumi se dedicó a pedir por domicilio, no estábamos usando dinero de la empresa, sino el que teníamos guardado. De lo contrario, nos meterían caña. Sabía que Minah onní no nos diría nada, ella nos quería, además solo sería un día. No pasaba nada.
De alguna manera, Miyoung, Jiwoon y Taylor se dedicaron a acomodar las cosas para que la sala de nuestro dormitorio se encontrase en condiciones para una noche de chicas.
Eran cerca de las seis de la tarde y ya habíamos comido dos cajas de pizza entera, además de una caja de pollo. Nos dolía la tripa, sí, pero aún seguíamos con un enorme vaso con nieve.
―Creo que nos alocamos mucho con la comida ―murmuró Miyoung, con su mano en la tripa.
―Pero valió la pena ―corearon Taylor y Jiwoon. Sonreí.
Todas nos dedicamos a mirar la película, aún con la tripa hinchada e incómoda. Eran cerca de las ocho, según el reloj arriba de la televisión, cuando escuchamos que el timbre del piso sonaba.
―Kat ve ―pidió Jiwoon.
―Ah, sí, ahora mismo voy, tía ―dije con sorna ―. Corriendo si quieres.
―Ya voy yo ―se mofó onesan, levantando su culo del suelo con las almohadas y caminar con pesadez hacia la puerta.
―¿Pidieron más comida? ―preguntó Jiwoon, pausando la peli ―. ¿O será Minah onní?
―Minah onnní no toca el timbre, gilipollas.
Nos encogimos de hombros, mirando hacia donde se había ido onesan. La verdad es que, este era un complejo privado, había un trato con el arrendador para que nadie pudiera entrar a no ser que se tratase de alguien quien viva aquí. Así que, muy pocas veces nos tocaban la puerta. Es más, para pedir comida, quien la traía era el señor Go, el portero.
―Pero mirad a quién me he encontrado en la puerta ―sentenció Mimi onesan, caminando hacia donde nos encontrábamos, con una persona detrás de él.
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Lonely hearts club | ʲᵘⁿᵍᵏᵒᵒᵏ
RomantizmEn donde dos idols se enfrentan a la situación más complicada de toda su carrera: enamorarse.