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—Debes estar contenta, querida —dice Saera trenzando el cabello de su hermana pequeña Rhaenyra. —Creces de prisa.
—¿Estás segura de que no te importa que el tornero se celebre en honor a mi día del nombre y no en honor a tu nombramiento como heredera al trono?
—Querida ya tuvimos un torneo en mi honor.
—Aún así...
—No seas tonta Nyra. Hoy es tu día.
—¿Me prometes que pasaremos juntas todos mis días del nombre?
—Todos y cada uno de ellos sin excepción. Te lo prometo Rhaenyra. Tú y yo contra el mundo. Como siempre.
—Eres la mejor.
—Tú también. Vamos. Se nos hace tarde.

Tras la charla y terminar. Ambas se dirigen al lugar en el que deben sentarse. Rhaenyra se sienta delante y Saera se coloca al lado de su padre, Viserys.
—¿Cómo lo ves hija? —pregunta Viserys sacando abruptamente a su primogénita de sus pensamientos.
—Disculpa, ¿decías? —pregunta volviéndose a su padre.
—Que por quién apuestas...
—Pues diría que por Daemon pero dado su soberbia creo que la fé en sí mismo le jugará una mala pasada y ganará su oponente.

Tal y como lo dice Saera, el optimismo de Daemon hace que baje la guardia y su oponente lo tire del caballo.
—¿Qué te había dicho? —le dice a su padre. Tras reír. Ella vuelve a introducirse en sus pensamientos inclina su cabeza levemente y observa cómo la princesa Rhaenys. Prima de su padre. Se levanta a ofrecer su favor a un Lord Baratheon.

La mujer se lleva consigo los ojos de Saera, que la siguen en cada paso. Su elegancia y firmeza llaman la atención de la joven.
—¡Saera! —exclama Viserys atrayendo su atención de nuevo. —¿Me estás ignorando?
—¿Qué?
—Te he preguntado por quién apuestas ahora...
—Por ese —dice señalando al oponente del Baratheon.
—Yo también —dice Viserys.

Cuando Saera vuelve a mirar, Rhaenys ya se encuentra sentada en su lugar. Sus ojos se cruzan con los de la princesa y se mantienen la mirada unos segundos. Luego ambas devuelven su vista al frente.

El torneo termina y todos se retiran a un banquete dispuesto en el comedor, solo para los allegados Targaryen. El banquete termina y Viserys se retira. Tras él se marcha Daemon.

Saera los sigue con la mirada y Rhaenyra puede darse cuenta, también se ha dado cuenta de cómo Daemon ha mirado a su hermana durante toda la comida y parte del torneo.

—¿Te has encamado con él? —pregunta en voz baja sin rodeos. Pero los ojos de Saera ya estan de nuevo en los de la princesa Rhaenys, quien también la mira a ella. —¡Saera! —exclama atrayendo la atención de su hermana.
—Nyra, dime...
—¿Por qué te mira tanto Daemon?
—¿Daemon?
—Saera...
—No lo sé, Rhaenyra... Quizá...
—¿Os habéis encamado?
—¿Qué? ¡No! Es nuestro tío.
—¿Y qué?
—Ya sabes lo que opino respecto a ello.

Saera no miente, pero su verdad está a medias. Aunque es cierto que no llegaron a consumar el acto, sí que tuvo una aventura con Daemon alguna vez.

Saera vuelve a mirar a Rhaenys y se da cuenta por la forma en que la mira, que Rhaenyra no ha susurrado lo suficiente y la princesa ha escuchado toda su conversación. Debido también a la atención que Rhaenys tenía hace unos minutos en Saera.

—Tengo que retirarme, disfrutad del banquete —dice Saera levantándose y saliendo rápidamente del comedor.

Pasa por la sala del trono escuchando voces en esta. Se detiene tras la puerta y escucha lo que dicen.

—Dijiste que su renunciaba al trono y no ponía impedimentos al ascenso de Saera podría tener lo que quisiera —dice la inconfundible voz de Daemon.
—¿Y qué quieres Daemon? —le pregunta Viserys.
—Cásala conmigo. La quiero a ella. Quiero a Saera.

Saera se queda completamente de piedra al escuchar a Daemon.
—Saera es una niña, Daemon. Tu sobrina.
—No, Viserys. Acaba de cumplir los dieciocho. Saera es toda una mujer. Sabes que soy mejor pretendiente que cualquier otro.
—¿A qué viene esto, Daemon?
—Si no soy yo, alguien más te pedirá su mano.
—¿No me ocultas nada?
—Solo he visto cómo la miraban durante el torneo.
—¿Os habéis encamado? ¡¿Has osado profanar a mi hija?!—pregunta Viserys sin rodeos.
—No he tenido esa dicha, Viserys.
—No hables así de mi hija, Daemon.
—Deberías agradecer que quiera que las primeras veces de tu hija sean conmigo y no con cualquier bastardo.
—Lo que me pides no es posible.
—Claro...
—No voy a casarla contigo, Daemon. Jamás. Quédate con tus prostitutas y deja a mi hija en paz.
—Como digas, mi rey —dice Daemon con ira. En ese momento Saera comienza a escuchar pasos dirigirse al portón donde se encuentra y decide marcharse rápidamente.

—¿Es costumbre escuchar tras las puertas?

Saera se topa directamente con la princesa Rhaenys, quien parece haberla seguido. Saera se queda unos Segundos observando a esa mujer. Su cercanía inevitablemente la pone nerviosa.
—¿Es costumbre perseguir a otras personas?
—Solo pasaba —dice Rhaenys.
—Ya... No espiaba, quería hablar con mi padre y...

La princesa alza un a ceja y hace saber a Saera que no la está creyendo.
—Sabéis qué... —continúa Saera. —No es asunto vuestro. Que tengáis un buen día, princesa Rhaenys.

Sin decir nada más, la primogénita y heredera al trono de hierro de Viserys abandona la estancia y se dirige rápidamente a sus aposentos.

Rhaenys no puede evitar observarla cuando esta se marcha.

Saera llega a sus aposentos y se dirige a su bañera la cual ya está llena. Se sumerge en el agua, que está a una alta temperatura, y trata de eliminar cualquier pensamiento de su cabeza.

Ha sido un día largo. A penas hace unas semanas de nombramiento como heredera, el ambiente aún se encuentra algo caldeado pues algunos no están conformes con el ascenso de una mujer al trono. De cualquier modo, es algo que le importa bien poco. Lo que verdaderamente la perturba es el saber que pronto comenzarán los incesantes intentos de su padre por unirla en matrimonio y porque le de un nieto, que a su vez será un nuevo heredero.

HEIRESS (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora