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—Pensé que te ibas —dice Rhaenys al verla entrar de nuevo.
—Rhaenyra y Daemon se casan esta noche... En la fortaleza roja...
—Vaya... No han esperado ni dos días... Por qué será que no me sorprende.
—Te ayudaré con las niñas si quieres...
—Te lo agradezco dado que Corlys se ha marchado.
—¿Se ha marchado?
—A los peldaños.
—Vaya...
—Voy a avisar a las niñas...
—Te acompaño.

Ambas avisan a Laena y Baela y se preparan para marchar a la fortaleza roja. El barco de Viserys ya partido y la heredera debe ir en un barco Velaryon o en un dragón.

—¿Vienes conmigo? —dice Rhaenys colocándose su ropa de montar.
—Contigo... ¿sobre Meleys?
—Sí, puedes usar parte de mi ropa de montar.
—Rhaenys...
—Por favor... —dice tomando las manos de Saera. —Me haría mucha ilusión...
—Bueno... supongo que podríamos... Intentarlo...
—Es mejor que el mar...
—No sabría qué decirte...
—Vamos, coge algo de mi ropa de montar.

Saera se coloca unos pantalones y una camisa de lino de Rhaenys para poder montar a Meleys cómodamente.
—No sabía que un pantalón podría ser tan cómodo... Debería de usarlos más a menudo...
—Te quedan muy bien —dice Rhaenys acariciando su cintura. —Vamos —dice tomando la mano de Saera y guiándola hasta la colina donde se encuentra Meleys.
—Rhaenys... No estoy demasiado segura de esto...
—Tonterías. Sube.
—Rhaenys.

La princesa toma la cintura de Saera y la empuja hacia arriba para que suba a Meleys. Cuando Saera está encima del dragón, todo su cuerpo tiembla. Rhaenys se sube con habilidad y se coloca delante de la heredera.
—Agárrate con fuerza a mí.
—¿Irá despacio?
—Bueno... —dice Rhaenys y Saera ríe irónica ante su propia ocurrencia.
—La dragona más rápida yendo despacio... Claro...
—Te prometo que nada malo te sucederá. Solo agárrate y disfruta las vistas.
—¿Aún estoy a tiempo de bajar?
—Creo que eres el único ser humano que negaría el privilegio de montar en dragón.
—Ya... Supongo que soy una caja de sorpresas.

En ese momento Saera nota como Meleys comienza a coger carrerilla para emprender el vuelo.
—Tengo miedo —dice la heredera aferrándose a Rhaenys y escondiendo su cara para no ver.
—No cierres tus ojos, te perderás el paisaje.
—Rhaenys...
—Allá vamos.
—¡Rhaenys! —exclama aferrándose a ella cuando nota que el dragón ya no tiene las patas en el suelo. La cara de la heredera está enterrada en el cuello de la princesa y sus ojos cerrados con fuerza.
—Escúchame, cielo. Te prometo que el paisaje es precioso desde aquí arriba.
—Te refieres a estar volando sobre el mar... Sí. Tiene pinta de que las dos cosas que me dan pánico tienen que ser bellas juntas —dice irónica.
—Va a acelerar. Tranquila. Está controlado.

Saera tiene sus piernas todo lo apretadas que puede y se aferra al cuerpo de Rhaenys como si su vida dependiera de ello. Suerte que la princesa tiene su armadura. Si no, Saera está convencida de que le haría daño debido a la fuerza que está empleando para aferrarse a ella.

—Abre los ojos —pide Rhaenys.
—No.
—Venga...
—No. Me da miedo, Rhaenys.
—Estás sujeta a mí, nada puede pasarte.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. Venga mira...

Saera saca un poco su cabeza y abre levemente los ojos. Es entonces cuando se percata de la velocidad a la que van.
—Por los siete infiernos... —dice viendo el paisaje.
—¿Ves? Es precioso...

Antes de que la princesa Rhaenys termine la frase. Ambas ven a Laenor pasar a su lado sobre su dragón.
—Mierda —dicen ambas mujeres a la vez.
—¿Me habrá visto? —pregunta Saera.
—Seguro... Vamos reina roja. A la fortaleza.

En ese momento, Meleys aumenta la velocidad pasando con creces al dragón de Laenor. Llegan a la fortaleza en un abrir y cerrar de ojos.
Al llegar, Rhaenys baja rápidamente de Meleys, para ayudar a Saera.

—¿A que no ha sido tan malo?
—No me escucharas darte la razón —bromea Saera.
—A Meleys le has caído bien.
—Gracias, Reina Roja, por no comerme.
—Vamos, entremos —Rhaenys se despide de su dragona y entra junto a Saera a la fortaleza.

Tras unas horas. Ninguna ha visto a Laenor. Ambas saben que estará molesto pero no logran encontrarlo. Se preparan y acuden a la ceremonia en el salón del trono.

—Felicidades Nyra —dice su hermana abrazándola.
—Gracias Saera. Por apoyarme.
—Siempre te apoyaré aunque tus decisiones no me parezcan las más... Adecuadas. Felicidades a ti también, Daemon.
—Gracias Saera.

Ambos se miran y se sonríen y Saera se dirige a la mesa. Se sienta tomando las manos de la princesa por debajo de la mesa, está a punto de decir algo a Rhaenys cuando Viserys la interrumpe.
—¿Dónde está tu esposo?
—No lo sé, papá —dice Saera sin quitar las manos de las de Rhaenys.
—¿No lo sabes?
—Es lo que he dicho.
—Debería ir a buscarlo... —dice Rhaenys. En ese momento las puertas se abren y entra Laenor notoriamente borracho.

Saera se aleja de Rhaenys instintivamente y se acerca a su esposo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta la heredera.
—Déjame —dice él.
—Te comportas como un infante.
—Una persona que se acuesta con mi madre no tiene derecho a juicios.
—No me... ¿De verdad quieres hacer esto ahora en la boda de tu prima? Siéntate y compórtate —dice la heredera y se marcha a la mesa. —Está borracho —espeta al llegar.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Viserys.
—Nada —declaran Saera y Rhaenys a la vez.
—No me dejáis más tranquilo, pero fingiré que sí solo por no crear más drama —afirma el rey.

Tras una larga velada, Saera se levanta y habla con algunos invitados y Rhaenys copia su gesto acercándose a hablar con un caballero Baratheon.

—¿Bailáis princesa? —pregunta a Rhaenys un caballero Lannister.
—No, gracias —responde Rhaenys con amabilidad.
—Os dejo, alteza —dice el Baratheon con el que Rhaenys hablaba. Saera nota a leguas la incomodidad de la princesa.
—Es solo un baile.
—No, pero gracias, mi lord.
—Vamos... —dice tomando la muñeca de Rhaenys —Concededme este baile.
—Ha dicho que no, ¿os fallan los oídos? —pregunta Saera acercándose.
—Princesa, es un placer veros. Espero que no os importe que os diga que manteníamos una conversación privada.
—Soltad a la princesa. Lannister —dijo con desdén.

El hombre se quedó inmóvil y Saera sacó una daga disimuladamente de las falsas de su vestido y la clavó en su pierna con habilidad.
—Gritad y os cortaré el cuello —dice la princesa sacando la daga del muslo del señor.
—Sois una desquiciada —dice él sujetándose la herida entre quejas y alejándose rápidamente.
—Gracias, un placer —dice Saera.

—Tu temperamento no para de sorprenderme —sincera Rhaenys.
—Quería cortarle la mano pero hubiera sido menos... discreto... ¿estás bien?
—Lo estoy. Gracias.
—No hay de qué... Me voy... Es tarde... Estaré en mis aposentos privados por si... te apetece pasar...

HEIRESS (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora