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Durante meses, Rhaenys y Saera se acuestan una y otra vez con la premisa de que es solo sexo lo que hay entre ellas. La reina consorte Alicent, ha dado a luz y ha vuelto a quedar en cinta. El nacimiento del primer barón de Alicent hace que comiencen los cuchicheos sobre el ascenso al trono de Saera.

Saera despierta con un fuerte zumbido en la cabeza, Rhaenys ya no está, pero en la habitación hay prendas por todas partes.

Su puerta se abre haciéndola sobresaltarse y tras ella se encuentra la princesa.
—¿Rhaenys? —pregunta Saera en un bostezo rascándose los ojos.
—Tenemos que hablar.
—Sí, buenos días para ti también. ¿Hace cuanto que te has ido? —pregunta la heredera.

Rhaenys entra y cierra la puerta tras ella para, posteriormente sentarse a los pies de la cama de Saera.
—Vas muy guapa esta mañana —dice Saera.
—¿Por qué te ha prometido el rey con mi hijo Laenor?
—¡¿Qué?! —exclama Saera incorporándose de golpe.
—A si que tú tampoco lo sabías...
—Por supuesto que no lo sabía.
—Corlys fue quien lo propuso y el rey aceptó.
—Dioses... mierda...
—¡Saera tenemos que hablar ya! —exclama Rhaenyra entrando sin siquiera llamar. Al entrar, Rhaenyra ve a su hermana desnuda sentada en la cama, con el pelo alborotado, prendas desperdigadas por todas partes, y la la princesa Rhaenys sentada frente a ella. —¡Mierda! —exclama Rhaenyra.
—Rhaenyra no. No es lo que piensas —dice Rhaenys.
—Lo dudo... —dice Rhaenyra.
—Solo ha venido a decirme que el rey me ha comprometido —dice Saera.
—Yo igual pero ahora que lo sabes creo que mejor os dejo...
—No, Rhaenyra, me voy —dice Rhaenys.

Esta se levanta y abandona la habitación rápidamente.
—Eres muy oportuna —se queja Saera.
—Papá te ha comprometido...
—Con Laenor, lo sé, Rhaenys me lo ha dicho. Esto es una locura.
—¿Qué te acuestes con su madre o que te hayan comprometido con alguien a quien no le gustan las mujeres?
—Que graciosa —dice irónica.
—Es bueno.
—Lo sé, le quiero, pero no como para casarme con él.
—Hazlo ante el mundo y ante los ojos de papá y después... Haced y deshaced a vuestro antojo.
—¿Y cuando nos pregunten por la descendencia?
—Di que aún no se ha dado.
—Por los siete infiernos... Iré a hablar con papá.
—Vístete antes.

Saera rueda los ojos y se prepara para dirigirse rápidamente a hablar con su padre.
Entra al consejo sin llamar y con cara de pocos amigos.
—Dejadme a solas con el rey —ordena a todos. —¡Ahora!

Los miembros del consejo abandonan el lugar y Saera queda a solas con su padre.
—¿Qué pasa hija mía?
—Gracias por contarme que pretendías casarme.
—Oh, adoras a Laenor.
—Como a un hermano no como a un marido.
—La boda será en la luna llena hija.
—¿Qué? Quedan menos de diez días.
—Escúchame. Necesitamos unir a nuestras casas. Lord Corlys Velaryon está un poco resentido con la corona. Es tu deber y tu honor servir a tu pueblo como futura reina y mantener las casas unificadas. ¿Quién mejor que Laenor?

La princesa accede al matrimonio. Sabe que no tiene elección. Los días pasan veloces y durante la boda, Saera mira varias veces a la madre de su ahora marido. Rhaenys parece no dirigirle la mirada.

Cuando la ceremonia y el posterior banquete finaliza, Saera y Laenor se dirigen a sus aposentos.
—Ve con Joffrey —dice Saera a Laenor.
—Gracias.
—Tranquilo. Si tengo que casarme con alguien, me alegra de que sea contigo.
—Yo también Saera. Volveré antes del amanecer.
—Vale. Yo también me iré. Si durante la mañana no me encuentras y alguien pregunta di que salí a pasear.
—Hecho.

Ambos se despiden y se escabullen. Laenor en busca de su amante, Joffrey y Saera en busca de Rhaenys.

Se mira en un gran espejo para tomar una bocanada de aire y poner su mejor cara y se dirige a la habitación de la princesa Rhaenys a sabiendas de que esta estará sola pues Corlys se ha marchado a Marcaderiva nada más finalizar la celebración.

—¿Rhaenys? —pregunta tocando a la puerta.
—Pasa —escucha desde dentro.
—Rhaenys...
—¿Pasa algo? —pregunta está desde su tocador deshaciendo su peinado.
—Necesito hablar contigo.
—Claro. ¿Qué necesitas?
—Te quiero —dice Saera sin preámbulos.

Rhaenys levanta la vista para mirarla desde donde se encuentra sentada. Su expresión es indescifrable. Saera la mira con preocupación en sus ojos.

—¿Me quieres? —pregunta Rhaenys. Saera se mantiene en silencio unos segundos mientras nota como sus ojos están a punto de cristalizarse y asiente levemente con la cabeza.

Rhaenys quita la mirada y termina de retirarse los abalorios antes de contestar.
—Pensé que al comenzar con esto, habíamos decidido que no nos enamoraríamos... —dice. En ese momento Saera puede sentir como su corazón se arruga y su pecho se contrae. Limpia rápidamente la lágrima que rueda por su mejilla ante la mirada de Rhaenys.

—Sé lo que dije...
—Sí, de hecho fuiste tú la que lo dijiste —dice Rhaenys. —Catalogaste esto como "solo sexo"...
—Lo sé, sé dónde me he metido y que no tengo derecho a reclamaciones, pero tenía que decírtelo.
—¿Qué quieres que haga?
—¿Qué?
—¿Quieres que no nos acostemos más?
—No sé lo que...
—Sí que lo sabes —dice Rhaenys levantándose y dirigiéndose a Saera. —Quieres que te diga que yo también te quiero y que nos enamoraremos y viviremos felices para siempre... Pero yo no puedo decirte eso...
—Lo sé...
—No. No es que no pueda decírtelo porque no te quiera. El problema aquí es que estoy casada... Tengo hijos y... Y tú acabas de casarte con uno de ellos.
—¿Sientes algo por mí?
—Eso es evidente, cariño, pero... No es tan sencillo.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque... ¿de qué habría servido? Tú dejaste clara tu postura y yo conozco el funcionamiento de las cosas...
—Yo te dije eso porque pensé que tú...
—Lo sé, sé lo que pensaste. No te ofendas, pero eres un libro abierto para mí... Pero esto no cambia nada...
—No, a ojos del mundo no, pero entre nosotras...
—Ese es el problema, Saera, no hay un nosotras... Aunque nos gustaría, las cosas no funcionan...
—Estoy harta de cómo funcionan las cosas...
—Lo sé... Pero...
—Sé que estás casada... Sé que ahora yo también lo estoy. Sé dónde me he metido... Pero al menos sé que no estoy loca... Que lo que siento no es en vano.
—No hay cabida para los sentimientos ahora mismo...
—¿Por qué no?
—Tú misma acabas de decirlo, estamos casadas. Además el rey me mataría y pondría mi cabeza en una pica se enterarse.
—No lo haría.
—Claro que sí, por profanar a su hija.
—No has profanado nada, yo quería acostarme contigo desde bastante antes de que lo hiciéramos.

Rhaenys se aleja y camina por la estancia procesando cada una de las palabras que salen por la boca de Saera.
—No intentes culparme por no contarte mis sentimientos. No es tan fácil. Para ti sí, eres la princesa. Puedes ir a donde te plazca y hacer lo que quieras pero yo no tengo esa libertad.
—Claro...
—No puedo quedarme aquí para siempre. Tú tampoco me lo pones fácil ¿sabes? Te niegas a reclamar un dragón y también a subirte a un barco. ¿Cómo se supone que nos veremos? No puedo escaparme noche tras noche y venir aquí, sospecharían.
—No me gustan los dragones, ni los barcos, llevas razón...
—Tenías razón, teníamos que habernos hecho a la idea de que era solo sexo. Está claro que de cualquier otra manera esto no funcionará.

HEIRESS (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora