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Las manos de la princesa Rhaenys toman la cintura de Saera y la pegan a su cuerpo. Los labios de Rhaenys son más suaves y adictivos que cualquier cosa que haya probado.

Saera sale de su vestido y deja que la princesa Rhaenys haga y deshaga con su cuerpo a su antojo. Rhaenys la besa entre los muslos y la hace gemir suave, como un suspiro. Saera mira los ojos de la princesa y se retuerce de placer bajo sus labios.

Un estruendo resuena en la habitación haciendo despertar a la heredera de golpe. Saera da un salto en la cama y se lleva la mano a la cabeza quedando descolocada. Tras unos segundos se da cuenta de que está sola. La princesa Rhaenys nunca estuvo ahí, ha soñado con ella, ha soñado con la prima de su padre tocándola y besándola.

Tras frotarse los ojos y recobrar el sentido del espacio tiempo, Saera se da cuenta de que el estruendo ha sido debido a una estantería suelta que ha dejado caer todos los libros que se encontraban en ella. Es por ello que decide tomar los libros y dejarlos en la biblioteca real, pese a las altas horas de la noche en las que se encuentra. Cree que así al menos le dará el aire y podrá despejarse.

—Princesa, ¿tan tarde por aquí? —pregunta Saera entrando a la biblioteca.
—Tenía que devolver algunos libros. Además, podría haceros la misma pregunta.
—También tenía que dejar unos libros... además... huyo de mis responsabilidades —ríe Saera.
—¿A qué se debe eso? —pregunta Rhaenys.
—A que soy un rebelde sin causa —bromea.
—¿Ah sí? Vaya... ¿Qué opina mi primo?
—¿Qué opináis vos de ello?
—Poco tengo yo que opinar respecto a vuestro temperamento, Saera.
—Razón no os falta, contadme. ¿Ha sido favorable el viaje? ¿El mar estaba en calma? —dice sentándose en la esquina de la mesa.
—Eso parece, aunque yo no vine en barco, no puedo confirmarlo.
—Lo olvidaba. ¿Meleys era su nombre?
—Estáis en lo correcto. Se comenta por la corte que seguís sin reclamar un dragón...
—No me gustan los dragones.
—Es irónico, cuanto menos,
—¿Porque soy una Targaryen?
—En efecto, por eso mismo.
—Pues no, no me gustan los dragones.
—¿Les temeis?
—¿A bestias gigantescas que vuelan y escupen fuego? ... Que va... Si son como gatitos —dice irónica.

—Son temibles, pero cuando forjáis un vínculo...
—No estoy interesada en los vínculos. Me va muy bien sola.
—Me he percatado.
—No quiero un dragón, un matrimonio, o... ni si quiera un gato. Son responsabilidades que no estoy dispuesta a asumir.
—Veo que hay muchas cosas que no comprendéis.
—Os equivocáis. Comprendo todo pero... me da igual...
—Honestamente, no sé qué es peor.
—¿Importa a caso?
—Creo que... pese a todo... actuáis de manera inteligente.
—¿A caso escucho un cumplido? ¿La princesa Rhaenys dando cumplidos?
—¿Qué?
—No se os conoce por ello.
—¿Y por qué se me conoce? ¿Qué se dice de mí?
—Uf... Demasiadas cosas como para recordarlas. Conocéis al concejo, son una panda de buitres que vuelan al rededor de la cabeza de mi padre esperando cualquier pedazo de carroña.
—Nos falta razón. ¿Airada?
—¿Con él? No. Pero sí decepcionada por su decisión de matrimonio con Alicent. Está claro que solo es un plan de Otto para llevar a su casa al trono.
—Yo también lo creo...
—Está en cinta... Y se han casado hoy. Me pregunto cuánto tiempo llevará siendo la amante de mi padre...
—¿Os molesta o...
—No. No a mí. Lo que me llena de ira es la manera en la que ha traicionado a Rhaenyra. La avisé. Le dije que no era trigo limpio.
—La proteges.
—Lo he hecho siempre.

Saera se queda en silencio durante unos segundos mientras observa a la princesa Rhaenys. El estómago de Saera revolotea cada vez que se siente mínimamente cerca a esa mujer, pero trata de ocultarlo y aparentar normalidad.
Por su parte, la princesa Rhaenys ha puesto sus ojos en Saera. Su gran corazón y su bondad, pero su carácter fuerte e implacable la hacen una persona sumamente atrayente.

—Contadme algo sobre vos, princesa —pide Saera.
—¿Qué queréis saber?
—Cualquier cosa que queráis contar. Sé que con Meleys habéis estado en Essos, en las islas del mar angosto... en lugares con los que yo solo puedo soñar.
—¿Queréis que os cuente sobre mis viajes? —dice sentándose frente a ella.
—Por favor —pide Saera.

Ambas mujeres pasan la noche charlando, Saera está completamente perdida en los ojos de la princesa Rhaenys, Rhaenys está sumamente interesada en Saera.

Cuando la mañana llega, ninguna de las dos se ha dado cuenta de que han pasado la noche compartiendo charlas y anécdotas. El tiempo se les hizo sumamente corto.

—¿Ya es de día? —pregunta Saera descolocada.
—Parece que sí, ya está amaneciendo. ¿Se os ha hecho corto?
—He disfrutado la compañía ¿lo habéis hecho vos?
—Podéis estar segura.

Ambas se quedan mirándose durante unos segundos hasta que se escuchan unos toques en la puerta de la biblioteca.
—¿Princesa Saera estáis aquí? —pregunta la inconfundible voz de una de sus doncellas.

Saera le hace un gesto a Rhaenys para que no haga ruido y se dirige apresuradamente a una de las estanterías. La mueve y tras ella abre una puerta.
—Vamos princesa —susurra Saera riendo.

Ambas entran al pasadizo y Saera cierra la puerta para comenzar a caminar.
—Conocía los pasadizos pero no sé a dónde lleva este... —confiesa Rhaenys. —¿Huyendo de vuestras responsabilidades otra vez?
—En efecto —ríe Saera mientras caminan.

Se para frente a una pared y abre otra puerta oculta que da a uno de los pasillos superiores.
—Ha sido un placer, princesa Rhaenys.
—Lo mismo digo.
—Creo que... podríamos repetir la velada.
—Estoy de acuerdo.

Ambas se miran una última vez y cada una se dirige a su habitación.

Saera llega y se tumba en la cama, no ha dormido y está cansada, pero no le importa pasar cientos de noches sin dormir si es con la princesa Rhaenys con quien se encuentra.

Rhaenys, por su parte, llega a sus estancias y decide darse un baño, está cansada, pero no le importa demasiado. Decide dormir un poco, pero no lo consigue. Sabe que no debe sentir lo que está comenzando a sentir por la princesa, pero el carácter de esta la hace completamente irresistible.

Ambas siguen encontrándose cada noche durante las semanas que la princesa reside en la fortaleza.
Los temas de conversación no se acaban entre ellas, esa biblioteca es testigo de charlas interminables durante las noches.

Durante el día, ambas guardan completamente las formas, en las reuniones, las comidas y las fiestas oficiales.

Las miradas cómplices entre ellas comienzan a ser notadas por Daemon, quien también se ha dado cuenta de que, desde que se ha dado cuenta de esa cercanía entre las princesas, Saera y él no han vuelto a verse de manera extraoficial. La princesa Saera ya ni si quiera lo mira como lo hacía antes. Daemon no está molesto, más la curiosidad le llama y quiere saber si sus teorías e ideas son ciertas.

Cada vez que tiene la oportunidad observa a las mujeres cada vez más seguro de que su teoría es cierta y algo se cuece entre ambas. No dice nada, pero no deja de observar cada vez que tiene la oportunidad.

HEIRESS (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora